Alcalá ha vuelto a la vida después de haber sido castigada duramente por la pandemia. Aunque sea de la forma en que lo ha hecho; en esta extraña normalidad que nos ha tocado vivir en todo el Estado hasta que consigamos derrotar completamente al virus.

La música en directo ha vuelto a Alcalá desde hace unas semanas. Qué mejor forma de seguir enganchado a la vida que con la cultura; con la música. Así lo cantó Coque Malla al poco de subirse al escenario, con su “Solo queda música”. Y es que, como muy acertadamente añadiría más tarde, antes de interpretar “El último hombre en la tierra”: “las canciones han cobrado otra intensidad en estos últimos meses que hemos vivido. Algunas se han quedado viejas; otras, frescas y renovadas”.
 
Se presentó en la Huerta del Obispo únicamente acompañado por David Latch, su teclista habitual. Ellos dos solos dieron cuerpo sonoro y más que sobrada intensidad al repertorio en acústico de Coque Malla para sostenerlo y llenar el éter de un recinto tan grande y con tanta distancia de separación entre todos los allí congregados. También ayudó la vitalidad y energía que puso Coque desde el primer instante del concierto. Con empaque y sentido del humor también.

Enseguida compartió el recuerdo emotivo que guarda del recinto en el que se encontraba actuando al contarnos que allí estuvo presenciando el concierto que dio Bob Dylan en 2004, con el luminoso de Roca de fondo. Únicamente habría que añadir que los teloneros aquel día fueron Amaral, quienes también estarán en Alcalá es Vida en septiembre. Y que, en 2004, la fábrica de porcelanas de la compañía Roca todavía estaba funcionando. Pero esto último no tenía por qué saberlo…

Como decía, desde el principio le puso máxima energía a su actuación para enganchar al público y hacerle participar cantando con él o haciendo coros. La química entre los que se encontraban encima y debajo del escenario funcionaría a la primera. Tanto, que Coque Malla comentaría que era la primera vez en la gira Imposible que el público respondía haciendo coros en “Este es el momento” sin que se lo pidiera. Esta actitud continuaría en “Una moneda”, “Hace tiempo” y “El árbol”.

Combinaba garra y sensibilidad. Instinto animal y ternura. Jugando con las escasas posibilidades que le ofrecía el formato, mostrándose muy comunicativo con el público en todo momento; como si estuviera tocando en una terraza de verano (la del Café Central, por ejemplo, si ofreciera actuaciones),  pero en grande y rodeada de murallas.

Con este espíritu también acometería “Berlín”, “Cachorro de león”, “La carta”, “Santo, santo” y “Me dejó marchar”.

De las canciones antiguas de Los Ronaldos, “Guárdalo” es la que no suele faltar en sus conciertos. Es de las que no suscita polémica. La tocarían dándole un marcado aire rockanrolero. “No puedo vivir sin ti” -ésta del fugaz regreso de Los Ronaldos en 2006-, parece que gusta a todo el mundo, al menos hasta que Coque Malla desvelara la fuente de su inspiración; serviría para abrir el primer bis. 

El concierto se cerraría con “Calma”, su último lanzamiento, que interpretaría él solo con su guitarra sobre el escenario tras pedir que bajaran la intensidad de la luz hasta casi alcanzar la penumbra.

Se iría no sin antes prometer que volverían pronto con la banda al completo, sin que el público tuviera que estar sentado y con mascarillas; y con barras, muchas barras. Y agradeció la energía que les habían transmitido: “Solo el apoyo y la comunión entre los artistas y el público podrán hacer que siga funcionando este negocio”, remató antes de marcharse. Todo el mundo lo ovacionó puesto en pie.

PD: No sonaría “La hora de los gigantes”. Como tampoco habrá Gigantes y Cabezudos este verano en Alcalá. Únicamente, por prevenir contagios. De todas formas: Que la tierra te sea leve, Isidro Palacios.

Seguimos siendo muchos los cabezotas empeñados en no desprendernos de lo que nos queda del niño que fuimos, y aguardaremos impacientes a que la comparsa vuelva a recorrer las calles.