Lo bueno que tiene este gran mundo que es el arte de la música, es que siempre aprendes algo nuevo, y más cuando vas a los directos. Y que El Drogas tiene un bolazo y un espectáculo que ya lo quisieran muchos, fue lo que me quedó más que claro en el domingo que ocupó él solo todo el cartel del Vintoro 2021. Con razón le dejaron a él que se comiera el escenario, no le hizo falta ni siquiera presentación, ni un grupo que le telonease.

Con todos los cambios que ha traído el covid, que se celebren conciertos grandes los domingos es uno de ellos, y más si hablamos de un festival, en los que el formato tradicional era comenzar un jueves, y acabar ese mismo sábado, por poner un ejemplo. Nosotros pensábamos que el ambiente iba a estar relajado, la sala, no del todo completa, pero nada más lejos de la realidad. El polideportivo municipal de Toro desbordaba ánimos y personas por los cuatro costados, que fueron bastante puntuales para acudir a la cita con Enrique Villareal y los otros tres muchachos de su banda. Y puntual a más no poder, a las 20 ya hacían todos aparición en las tablas, para poner a punto nuestros oídos y nuestras ganas de movernos.

Teníamos claro que, con la extensa carrera musical de Enrique, iba a haber material de sobra para ocupar todo el tiempo del directo que quisieran, y lo que no nos cabía duda, es que iba a haber también una gran representación de su etapa con Barricada, sin duda la más fructífera musicalmente para él. Dejando claro que es un frontman como un coloso, empuño el mástil de las cuerdas y el micrófono, y allá que empezó a dejarnos claro por qué es uno de los nombres grandes y potentes de la escena del rock nacional.

Empezó haciendo un repaso a sus tres discos en solitario, primero con “En punto muerto” (2013), “Sólo es febrero” (2019), “Así" (2016), y “Debajo de aquel árbol” (volviendo a Demasiado tonto en la corteza), hasta que llegó al punto en el que nos trajo recuerdos con otro de los grupos que tuvo, Txarrena, que retrocedió diez años al pasado con el tema “El fuego de la tarde”. Y justo a continuación, empezó a cubrir su etapa más macarra y punky, ya que con “La hora del carnaval”, dio por inaugurada la jornada de Barricada, quizás la más esperada por muchos de los asistentes.

Durante un buen rato más, siguieron representando el último trabajo que colgaron en sus escaparates, que data del 2019, y del que se pueden extraer temas como “Al salir la luz”, “Sin lámpara”, “Con ridículo sombrero”, y “La mala suerte”, pero fue cuando le llegó el turno a “Animal caliente”, de su época dorada en Barricada, cuando el público se fue viniendo cada vez más arriba, y empezaron a verse más y más sillas vacías, porque ya gente ya era incapaz de volver a sentarse. Y para culminar con esta primera hora de directo, van y se sacan de la chistera que siempre porta Enrique el tema de “Frío”, que en su momento grabaron con Fito, Rosendo y Carlos Tarque, casi nada; esto ya fue lo que definitivamente dejó todos los cuerpos más calientes que sus temas, deseando recibir más radiación sonora.

Al tratarse de un concierto con un formato un poco diferente, fue alternando la configuración acústica con la más tradicional, que a nuestros tímpanos les recuerda conciertos pasados. Por eso, más nombres propios de su set list, como “Perderte es la diferencia”, “Cordones de mimbre” y “Pétalos” fueron tocados de esta forma, enfatizando más todavía lo que la voz de Enrique quería transmitirnos. Ya con el final del concierto cercano, fue alternando temas de sus discos en solitario, con Txarrena (“Salvaje mirar”), y otro de Barricada (“Todos mirando”), conocido y aplaudido a partes iguales.

Y así fue como llegamos a la última media hora del concierto, en el que no nos dio ninguna tregua, y lejos de que su energía se vaciara, lo que hizo Enrique fue llenarnos a nosotros de ella, y parecía que no había forma de que se dejara nada! Y vaya con lo que nos quedaba, habían dejado lo mejor para el final, nada menos que toda la artillería pesada de Barricada, con “No sé que hacer contigo”, “No hay tregua”, y la que no podía ser de otra forma como canción de cierre, “Blanco y negro”, que de no haber sido por las medidas sanitarias, habría provocado unos cuantos bailes y saltos en los que yo sin duda me habría sumergido. Por unos momentos, muchos de los asistentes se sintieron transportados a los 80 y los 90, y si hubiera empezado a ver americanas con hombreras, peinados imposibles, cadenas por los brazos y vaqueros rasgados, no me habría extrañado lo más mínimo.

Vaya cierre del bolo, no pudo haberlo hecho mejor, y coincidí con muchas personas del público en que el sonido fue más limpio, nítido y claro que el día anterior, con un gran trabajo del técnico y del montaje que hicieron. Lo reconozco, nunca había visto al Drogas, pero a partir de ya mismo, no volveré a faltar, se lo prometo, Don Enrique.