A pesar de tener inoculada la pauta completa de la vacuna de la COVID 19 desde hace ya unos de meses y de sentirme vigoroso, por prudencia nos hemos centrado esta edición en las jornadas de la Huerta del Obispo, dejando las del Parque de Sementales para los jóvenes, que están en edad de aguantar una semana de Festival y lo que surja.

Si finalmente hay que recibir una tercera dosis de vacuna y ésta consigue transportarme a una segunda juventud, quizá la próxima edición hagamos del mes de agosto un concierto continuo; que bien podría haber sido el título de una canción compuesta conjuntamente por M Clan y Mao Zedong si hubieran sido coetáneos durante más años.

Una muy animada y vitalista Eva Ryjlen abriría la jornada del viernes. Venía acompañada de toda la banda, coristas incluidas. Con sorpresa a la guitarra: Javier Ryjlen. Ambos ya habían estado en Alcalá cuando eran Idealipsticks; antes de que Javier se fuera a tocar los teclados en la banda de Ángel Stanich. El último concierto de Idealipsticks fue precisamente en el Festival Gigante; en Guadalajara entonces, eso sí.

Aparte de ofrecer sus canciones más conocidas como “Shangri-La”, ”Caminar”, “Santa Fe”, “Criatura salvaje”, “Caer”…, mientras interpretaba “Santuario” Eva Ryjlen deslizaría el estribillo de “Paint it black”: nuevo homenaje a Charlie Watts en el Festival Gigante. No podía dejar pasar la ocasión de despedir a un destacado miembro de una de las bandas que más ha influido en su música y, quizá, en su vida.

Durante su actuación desplegaría todo su arrojo, dulzura, rabia; nos obsequiaría con numerosos bailes sensuales… Y se despediría con “Bailas”, su último sencillo.

Bien conocida es la pasión e intensidad que despliega Xoel López en todo lo que hace. Buena parte del concierto que dio en el Festival Gigante la pasó caminando de rodillas por el escenario mientras cantaba, por ejemplo, “Joana”. Algo comprensible, pues es una canción que expresa muy profundos sentimientos; entre otros, melancolía. Pertenece a “Si mi rayo te alcanzara”, álbum de 2020 que sigue presentando tras el paréntesis debido al confinamiento y las restricciones posteriores para la celebración de conciertos. Es el cuarto disco con su nombre propio, aunque tiene publicados otros once más firmados por Deluxe o Elephant Band. Posee la trayectoria musical más larga de todos los artistas que actuaron la noche del 27 de agosto. Y reconocimiento  internacional. Quizá sea porque cada vez incluye más variados estilos musicales en sus composiciones.

Tanto en el disco como en sus conciertos ya  no hay guitarras eléctricas, tan solo españolas. Xoel ha prescindido de ellas porque considera que esta nueva etapa suya es más folkie, aunque siga ofreciendo “melodías alegres con versos tristes”, como “La espina de la flor en tu costado”; y también muy desenfadadas.

Además de las nuevas canciones interpretaría piezas suyas bien conocidas como “Lodo”, “Tierra” o “Balas”. La banda que le acompaña está muy cohesionada. Xoel fomenta la camaradería de diversas maneras: juntándolos a todos durante unos instantes, a excepción del batería, alrededor de un micro para cantar con él; o interpretando “Alma de oro” frente a frente con Ede, la teclista, aunque estuvieran de rodillas y de costado al público; de igual manera cantaría “Catarata” con Teyu, corista. Solo así se puede entender que un grupo tan numeroso haya dado tantos conciertos en unos momentos tan delicados como estos.

Si est醩 despistado te pueden sonar como si fueran de Zaragoza aunque canten que todav韆 no suenan en Radio 3; hasta que caes en la cuenta de que se trata de Embusteros, el grupo de Córdoba que ha conseguido abrirse un hueco en los programas de tendencias indie de la radio nacional especializada, y hasta actuar en sus reputados conciertos. Este año están presentado su tercer álbum, “La verdad”, fruto del confinamiento domiciliario. La composición es la actividad a la que se han dedicado principalmente los músicos durante ese periodo.

Le ponen muchas ganas cuando están sobre un escenario, dando todo lo que tienen. Sobre todo José Espín que, además de cantar y tocar los teclados en algunas canciones, no para de moverse por todo el escenario. Algo que puede hacer al haber quedado liberado de tocar el bajo, como hacía en los comienzos del grupo.

Sufrieron las consecuencias de tocar después del cabeza de cartel del día: que muchos de los espectadores que acuden únicamente atraídos por la formación más conocida no se quedan a escuchar al último grupo de la noche, del que la mayoría de las veces no conocen ninguna canción.

Por esta falta de inquietud musical esos espectadores se perderían a Embusteros tocando temas tan potentes como “El miedo”, “Coartada”, “Dosmilveinte” o “Enganchado”.         

También recordarían a Charlie Watts.

Viva Suecia tiene un directo arrollador. Una iluminación y una puesta en escena impecables, algo que siempre agradecen los fotógrafos. Y tienen oficio. Demuestran mucho oficio sobre el escenario para no llevar demasiados años. Saben moverse, dónde tienen que estar en cada momento y qué hacer en cada situación. Y muy buena química entre ellos. Salta a la vista que disfrutan enormemente con todo lo que hacen sobre el escenario y se lo transmiten a quienes los contemplan y escuchan. Poseen, además, una colección de canciones que engancha y que es lo que consiguió atraer al Festival  Gigante a la mayoría de los asistentes de esa noche. 

Cada vez que los murcianos publican nuevo material acaparan el centro de atención. No únicamente por su música, sino también por sus letras; motivo de debates y de muy diversas interpretaciones. Sin entrar en su profundidad, su significado, ni las emociones que provocan en quienes los escuchan -porque pueden ser tantas y tan distintas como la de todos los que los conocen- lo cierto es que tocan la fibra sensible de muchas personas. Si su música es impecable, sus letras no tienen fisuras: están muy trabajadas.

Son abiertas a diferentes interpretaciones; en cierta forma, crípticas. Enganchan, se entiendan sus letras de una forma u otra. La cualidad de tener multitud de lecturas posibles es lo que seduce de sus letras, que apuntalan con frases como ”la rabia que nos han obligado a sentir”; algo que, soltado sin demasiadas referencias, consigue que todo el mundo que lo escucha se sienta identificado. ¿Son místicos y transcendentes?  El parche de la batería de Fernando (la foto de  portada de El Milagro) o las miradas extraviadas de Cantúa a las alturas en mitad de una canción podrían apuntar en esa dirección. Pero eso es lo menos importante.  

Más importante es que sus letras hasta tienen sentido del humor; quizá algo soterrado pero… Y con esto no me refiero a estrofas como “Deberíamos decir más veces/ te deseo lo que te mereces”, aunque sea algo que, soltado a tu peor enemigo, puede resultar ser la mayor maldad jamás imaginada. 

Mientras estaba confraternizando con los demás enviados especiales al epicentro musical indie del fin de semana caí en una ensoñación buenrollista. Imaginé que sería este año cuando la Confederación Hidrográfica del Tajo se decidiera a acabar de reformar el cauce y la ribera del Henares, algo que se viene demorando desde el siglo pasado.

No con la finalidad de conseguir que la ciudad sea nombrada sede de las competiciones de piragüismo cuando el actual alcalde de Madrid retome el sueño olímpico. No. Únicamente para disfrute y deleite de los lugareños y del turismo -cada vez más internacional- que acude a la ciudad. Y así, los alcalaínos (debiera haber escrito complutenses), como  los paisanos de Torremolinos y Benidorm cuando llegaba el verano en la década de 1970, podrían decir: ¡Viva Suecia!