Dos años han pasado desde que se celebraron las últimas fiestas de Rivas-Vaciamadrid. Los amantes de la música esperamos con mucho nerviosismo el cartel de este pueblo madrileño. Conciertos para todos los públicos y artistas reconocidos en el panorama nacional.

A pesar de los muchos accidentes en las entradas de Rivas-Vaciamadrid y del lento acceso al auditorio Miguel Ríos, conseguimos llegar a tiempo para no perdernos ni un instante del concierto de Zahara.

Los miles de asistentes todavía estaban acomodándose, cuando la andaluza empezaba su show: Sentada en su batería, baquetas en mano, toda vestida de rojo. Sin perder ni un minuto fue enlazando canciones pertenecientes a diferentes discos: “Crash”, “Canción de muerte y salvación” o “Inmaculada”.

Los murmullos de la gente buscando sus asientos, impidieron poder disfrutar al 100% de la primera parte del concierto. Poco a poco, Zahara va hipnotizando al público con sus ritmos psicodélicos, que pusieron banda sonora al precioso atardecer.

Se nota que la ubetense se siente muy cómoda encima del escenario. Acompañada de dos bailarinas, empieza a interpretar “Ramona”, uno de los temas más reivindicativos de su último proyecto “Puta”. La puesta en escena está muy cuidada: el azul celeste se impone, color asociado a la banda que lleva la artista en la portada del disco.

Uno de los momentos más emotivos del evento fue cuando todas y todos las/os asistentes empezaron a cantarle el cumpleaños feliz a una sola voz. Así agradecía Zahara el amor recibido: “Jamás pensé que celebraría mi 38.º cumpleaños con 7.000 personas tan preciosas”. Por supuesto, no se olvidó de presentar al equipo técnico que le acompaña en esta “Putigira”.

Con “Taylor”, “Marichane” y “Joker” el auditorio se revoluciona. Increíble la escenografía de esta última. Sin duda, la canción más potente, visualmente hablando, de todo el concierto.

Pucho, el cantante de Vetusta Morla, decidió hacerle su regalo particular y saltó al escenario para acompañarla en “La bestia cena en casa”. Los dos artistas dejan que la música se cuele por todos los rincones de su cuerpo y convierten el auditorio en una gran fiesta. El madrileño se marcha, no sin antes ponerse de rodillas para ovacionar a su compañera de oficio.

La pinchada techno en el tema “Berlín” se encargó de poner punto final a esta tarde tan psicodélica.

Sobre las 22:50, una hora más tarde, empiezan a sonar “Los días raros”, de Vetusta Morla. Hacía una noche maravillosa, de estas que marcan el final del verano. Los recuerdos precovid nos inundaron gracias a la inmensidad del auditorio. Ya no estamos acostumbradas/os a acudir a eventos multitudinarios. La intro a piano te adentra a otro mundo.

Había muchas ganas de volver a verlos en directo. Si alguna vez has tenido la suerte de vivir un concierto suyo, ya sabes lo que vas a ver: un directo muy cuidado, cargado de buenas vibraciones. Si es la primera vez, te irás con una sensación de felicidad plena. Vetusta Morla es un grupo que consigue mantenerte con la mente en calma.

“Lo que te hace grande”, “Palmeras en La Mancha” o “Golpe maestro” fueron las primeras canciones de este setlist que dará la vuelta a todos los discos de la banda madrileña.

Pucho no se olvida de los agradecimientos a su equipo y relata el por qué Rivas siempre será especial para ellos: hace más de 20 años, ganaron un concurso de bandas que les ayudó a grabar su primera maqueta con el cantante del famoso grupo de heavy metal Obús, Fortu Sánchez.

“Hay que celebrar que estamos vivos”, proclamaba el vocalista de Vetusta Morla. Después de este año tan complicado, apelaba al apoyo mutuo, a cuidar a la familia, a las/os vecinas/os y a las amistades. Y señalaba la importancia de tejer redes, de hacer barrio, de consumir en comercios locales. De crear una sociedad en la que sentirnos libres.

“Consejo de sabios” y “Maldita dulzura” convirtieron el lugar en un sitio mágico. “Copenhague” nos transportó a la adolescencia, a ese instante en el que empezábamos a introducirnos en el mundo de la música indie.

En “23 de junio”, el público encendió, de manera improvisada, las linternas de los móviles y el auditorio se iluminó. El cielo estrellado de Madrid estaba allí presente. Fue un momento precioso, los nervios estaban a flor de piel y los pelos erizados.

Estábamos en la recta final del concierto, pero las sorpresas seguían. El grupo palentino El Naán se encargaron de la performance del comienzo de “Finisterre”. Nos dejaron sin palabras con sus ritmos “étnicos ibéricos”. Acompañadas/os de una mesa de amasar pan, recitaron y cantaron una oda al vino, “dios ancestral”.

Se nota que los artistas necesitan sentir el calor de su público y que los conciertos sentados no le gustan a nadie. En “Mapas” se bajó del escenario, para correr por toda la pista del auditorio, perseguido por varias personas de seguridad.

No faltaron mensajes reivindicativos, tales como “Salvemos a quién más lo necesite”, en “Sálvese quién pueda”, o “Familias de afganos en sus manos frías”, en La deriva.

Desde su silla, solidarizándose con el resto de las/os asistentes, interpretó “Iglús”, un tema que compuso hace 20 años, cuando Vetusta Morla estaba empezando.

“Los días raros” ponen fin a esta noche tan espectacular. Como todo en la vida, las cosas son cíclicas, con un inicio y un final. Aunque, en este caso, esperamos que sea un hasta pronto.