El azar a veces es caprichoso, y esta vez quiso que el primer concierto de gran formato que se suspendió en Valladolid a causa de la odiada pandemia fuera el que se realizara tras ella en primer lugar. Esta vez sí, con el público en pie, la pista disponible para marcarse un “bailable”, barras abiertas, las odiadas mascarillas (con diferentes alturas sobre/bajo la nariz) y una pequeña restricción de aforo. En fin, lo que llaman “nueva normalidad”. Probablemente de todo esto lo más “normal” fuera volver a contar con Amaral en los escenarios pucelanos. Una cita a la que no ha fallado en ninguna de sus giras en sus cerca de 25 años de trayectoria, propiciado por la fuerte vinculación de la banda con la ciudad, ya que eran habituales del circuito de salas y bares de pequeño aforo allá por sus inicios.

Total, que han tenido que pasar 20 meses (marzo del 2019 era la fecha inicialmente establecida) para volver a presenciar un encuentro en el que los de Zaragoza se saben vencedores de antemano. “En esta ciudad es verdadera devoción lo que hay por Amaral”, que diría el inmenso Saza en Amanece que no es poco. Y aunque no llegaron a colgar el “no hay billetes” no estuvieron muy lejos de hacerlo, y el público respondió como debe, abrazando de nuevo los conciertos cantando, bailando y bebiendo, no necesariamente por ese orden, y en pie, gradas incluidas, desde los primeros acordes pseudo indie/discotequeros de "Señales", donde Eva salió a las tablas con una especie de bola de discoteca a modo de casco, sobre la que incidían los focos del escenario y estos reflejaban sobre todo el pabellón. "Señales", canción de su último trabajo, fue la primera en sonar, pero este viaje musical fue en todo momento de ida y vuelta, intercalando sus nuevas composiciones con los temas más conocidos y cantables, "El Universo Sobre Mi" y "Marta, Sebas, Guille y los demás" fueron las siguientes del repertorio, y dejaron en la audiencia de inmediato la sensación de que ahora sí, ahora todo era ya más normal.

Escenario despejado e impoluto, ni cables ni monitores. Una gran pantalla en el fondo con imágenes del concierto y figuras geométricas a juego con el top de la cantante, seis músicos sobre el escenario con la batería situada en un lateral, y la presencia de Laura Rubio, ex vocalista de los añorados Garaje Jack, como corista.

El show es pulcro, excesivamente milimétrico para mí, suena inmaculado (me parece escuchar algunos pregrabados), el factor sorpresa en este tipo de giras grandes es casi inexistente. La excepción es una versión reducida y acústica de "Sin Ti No Soy Nada" (con cambio de vestuario), que recuerda a la esencia de sus conciertos en las salas, pero a Eva si se la ve emocionada de volver a tener al público tan cerca. "Revolución" y "Moriría por Vos" ponen a todo el mundo a cantar, igual que "Cómo Hablar" o "Días de Verano", que se intercalan con otras más recientes como "Lluvia", "Peces de Colores", "Ruido", "Tambores de la Rebelión" (con un llamativo vestido rojo), "Entre La Multitud" (en la que intercala un trozo del "Bizarre Love Triangle" de New Order), "Halconera" (con la que terminan los primeros bises)…hasta "Kamikaze", que figura como uno de los momentos álgidos.

Reinventarse o morir. Es la máxima cuando quieres sobrevivir a un mercado musical, el del rock/pop de este país, con muestras de inmovilismo y cierto aroma a rancio, pero también el público es igualmente hostil ante la renovación exagerada o la repetición de fórmulas. Una encrucijada en la que Amaral se defiende con canciones redondas y pequeñas dosis de atrevimiento. La fórmula funciona y el público responde aún con las compras de sus discos (llegaron a número 1 en ventas), y con la asistencia a los conciertos, así que en este aspecto todos contentos.