La existencia de la Orquesta Mondragón viene siendo un viaje perpetuo. A través de las situaciones, lugares, personajes y universos reflejados en sus canciones; a través de los diversos estilos musicales que utiliza en cada caso para envolver sus historias… Algunas, inspiradas en clásicos del cine como “Garras humanas” (con la que abrirían el concierto) o con títulos de señeras películas (“El maquinista de la General”, “El diablo dijo no”…); otras, inspiradas en cuentos infantiles reinterpretados (“Caperucita feroz” [en la que la dulce niña resulta ser más voraz que el lobo], “Los tres cerditos”…).
En esta ocasión, además, nos ofrecieron un viaje aderezado también con fragmentos de las “Narraciones extraordinarias”, de Edgar Allan Poe. Muy acertado, ya que la trayectoria de la Orquesta Mondragón en ningún momento ha sido ordinaria. Algo que les quedó bien claro a los espectadores que se acercaron al Teatro de la Comedia una noche de 1978, la primera vez que Javier Gurruchaga y compañía actuaron en Madrid. El público de ese concierto intuiría nada más verlos salir al escenario que no era una orquesta de salón al uso, como pensaban cuando compraron las entradas: Gurruchaga llevaba puesto un vestido de novia; Popotxo iba caracterizado de niño japonés.
Y es que en Madrid se desconocía que Mondragón, entonces, inmediatamente se asociaba al sanatorio mental de la localidad guipuzcoana; dicho nombre artístico resultaba fiel reflejo del espíritu de la Orquesta Mondragón y de su universo teatral, paródico y caricaturesco, a veces circense, emparentado con el que crearan Tábano y Las Madres del Cordero en “Castañuela 70”. Si bien a finales de la década de 1970 Moncho Alpuente ya estaba a punto de juntarse con los Kwai para tirarle los tejos a Carolina de Mónaco a ritmo de rock and roll; aparte de seguir dedicándose a otras muchas actividades creativas como ser letrista de alguna de las canciones de la Orquesta Mondragón. Porque Javier Gurruchaga ha contado a menudo con ilustres coautores talentosos para ayudarle en la composición de las canciones de su Orquesta. Tales como Joaquín Sabina, Luis Alberto de Cuenca, Eduardo Haro Ibars, Manolo Tena…
Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragon
Fruto de su cooperación fueron varios de los éxitos que se pudieron escuchar la noche del 10 de noviembre de 2021 en el teatro La Latina de Madrid: “Garras humanas”, “Tic, tac”, “Corazón de neón”, “Mis gafas”, “Caperucita feroz”, “Bon Voyage”, “Sin mí”, “Ponte peluca”, “Adiós, adiós”, “Viaje con nosotros” y “Lola, Lola” (con la que acabaría el concierto).
Tanto sus canciones como sus escenificaciones de los primeros discos resultaron demasiado provocadoras e iconoclastas para cierta España todavía demasiado anticuada y timorata, que no sospechaba que venía de camino la Movida madrileña, la viguesa, el nuevo rock catalán, el surgimiento del punk estatal, el llamado rock radical vasco…
La carrera de la Orquesta Mondragón pasó a ser más asimilable y demasiado intermitente a medida que crecía la de Javier Gurruchaga como actor cinematográfico e irreverente entretenedor televisivo. La cumbre de referencia de esta última actividad profesional podría ser la satírica entrevista que le hizo a un actor portugués de enorme parecido fisionómico con Felipe González (el entonces presidente del Gobierno) y de estatura similar a la de los actores de “Freaks” (otra obra maestra de Tod Browning).
Además de ofrecer sus mayores éxitos, en este concierto Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragón también nos invitarían a viajar con ellos por grandes clásicos de la música popular: “Stand by me” (Leiber-Stoller),”That´s all right, mama” (Elvis Presley), “Imagine” (John Lenon), “Roadhouse blues” (The Doors). Añadirían a estas versiones en inglés la de una canción de Luis Eduardo Aute, “Anda suelto Satanás”, que en su día interpretaron Javier Gurruchaga y su autor, y se publicó en 2016.
Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragon
Además de ser bandas e intérpretes legendarios de los que la Orquesta Mondragón realiza versiones con frecuencia, en concierto o en disco, escucharlos sirvió también para seguir reivindicando su inmortalidad después de tantos meses con la muerte rondando por todo el planeta. Todos ellos siguen vivos en nuestra memoria colectiva por sus legados. Como Lou Reed y Charlie Watts, a quienes también se citó.
La pandemia, los señoros, los negacionistas y las llamadas a vacunarse fueron asuntos a los que Javier Gurruchaga recurriría repetidas veces a lo largo de la noche. “Vamos a derrotar a esta pandemia”, llegó a animar a los espectadores.
Antes de abandonar el escenario expresaría su agradecimiento a los innumerables músicos que han ido pasando por la banda. Participaron en la composición Jaime Stinus desde los inicios; Javier Vargas, Jesús Insausti, Fernando González de Canales y Tony Carmona mientras estuvieron en la formación. Pero Javier Gurruchaga dedicaría un sentido recuerdo y una mención especial a Pedro Ayestarán (Popotxo), inseparable compañero en la Orquesta Mondragón hasta su fallecimiento, en octubre de 2020.
No es el momento de mayor popularidad de la Orquesta Mondragón. Hace ya varios años que no publican material inédito, pero Javier Gurruchaga se sigue arropando por músicos muy competentes que en concierto interpretan sus clásicos con garra. Sin embargo, está triste; y preocupado por el resurgimiento y los últimos rugidos de la Bestia, que presenció hace poco por el centro de Madrid. Conoce bien este tipo de odio e intolerancia, pues los sufrió en la década de 1990, en la que él y otras personas del mundo del espectáculo fueron víctimas de una burda falacia montada por los hermanos mayores de los intolerantes de hoy con el único fin de hacerles daño y desprestigiarlos. Aunque Javier Gurruchaga también está muy contento de que la Orquesta Mondragón vuelva a viajar. Para él, haber iniciado la gira “Historias extraordinarias” le resulta maravilloso. Al público que asistió al teatro La Latina también.
Javier Gurruchaga y la Orquesta Mondragon
Para mí, el momento más emotivo de la noche fue cuando salió Tony Carmona a tocar la guitarra. Y no porque formara parte de la Orquesta Mondragón durante veinticinco años. Ni porque tocara una composición propia inspirada en el Rey (“El Rey del rock” -matizaría Gurruchaga-, “no el de Arabia…”): “Hungry wolf”. Ni porque tocara también en “Ponte peluca”. Esa canción no escandalizaba a nadie. La gente de orden se ofendía con la que daba título a ese primer disco (“Muñeca hinchable”), y también se perturbaba cuando escuchaba “El hombre de los caramelos”.
Una sensación familiar había empezado a surgir en mí de forma tibia cuando, en la canción inspirada en Jimi Hendrix y en la forma de cantar de Elvis, Tony había tumbado su guitarra sobre el suelo y comenzó a tocarla poniéndose encima, como si hiciera flexiones. Ese cúmulo de circunstancias fue el que hizo aflorar mis recuerdos. En ese momento precisamente, y no en otro, fue cuando me acordé de mi abuela Roberta. “No sé cómo te gusta esta música, hijo”, solía decirme. Y añadía: “El rock es pecado”. Entonces yo le contestaba parafraseando a los Stones: “Es pecado pero me gusta”.
Ella, invariablemente, hacía un mohín, daba un respingo, cogía el rosario y encendía el transistor, en el que la mayoría de las veces surgía la voz de Pepe Domingo Castaño anunciando a grandes voces la radionovela: “¡Lucecita! ¡Lucecita! ¡Lucecita!”