¿Quiénes poseen la sabiduría? Los ilustrados.
¿Quién conoce las maldades que alberga el corazón del ser humano? Rat-Zinger.
¿Quién las canta? Podri.
Y todos ellos juntos son los que traen el infierno mental a aquellos que fabrican día a día un Dios a su imagen y semejanza que justifique sus desmanes.
También están los que creen en un Dios magnánimo y bondadoso, cuyo culto heredaron de sus antepasados, y lo imitan en su comportamiento y forma de vida.
Y, por último, están los que creen que no existe pero piensan que ojalá existiera Dios. Algunos hasta lo cantan.
Los que incomodan a la primera de las tres categorías de seres humanos antes expuestas es la que alegra algunas reuniones de la especie con cánticos como “Larga vida al Infierno”, “Rock and roll para hijos de perra” o “Santa Calavera” y les hace soportable la tarde del penúltimo día del año. Y que el Palacio de los Deportes de Madrid presente una aceptable asistencia de público desde las seis de la tarde, mala hora para que dé comienzo un festival de punk rock un día laborable de diciembre.
Rat-Zinger
Pero los de Bilbao son poco dados al desaliento, y desde el momento en que se escuchó un “Dios salve a Ronnie Biggs” que provenía del corazón de las tinieblas del recinto, no dejaron de acudir más especimenes que no paraban de cantar y danzar en la oscuridad atraídos por lo que escuchaban; algún que otro superviviente se acercó también…
Todos ellos comprobaron que era cierto que Rat-Zinger estaban deseando salir a la carretera y partirse la cara en cada bolo, algo que nos adelantaron unos días antes de su participación en Madrid Resiste. Con mucha garra y a toda velocidad lanzarían “En la cámara de gas” y “Muerte a la máquina” (ambas del disco de ese 2021), “Sangre y cuchillas de afeitar”, “9mm”, “Toda forma de poder”, “Patria”, “Mi navaja” o “¿Tenéis speed?” directos a las mandíbulas de quienes merecían o deseaban recibirlas.
Rat-Zinger
Después de tan intenso y acelerado comienzo, llegarían Porretas para entretenernos con su rock desenfadado y verbenero. Nos sentimos como transportados a las fiestas del barrio; de cualquier barrio. Aunque resultaba fácil imaginarse en plenas fiestas de Hortaleza (el distrito de Madrid al que pertenecen los miembros del grupo y al que a menudo le cantan), como si aún estuviéramos en ese ya tan lejano año 2019.
Recordaron a Rober, quien falleció hace ya diez años y al que todavía no han podido dedicarle un concierto-homenaje en condiciones debido a la pandemia. Para remediarlo, nos transportarían a la época en que Rober formó parte principal del grupo al ofrecernos “La del fútbol”, “Hortaleza”, “Marihuana”, “Si lo sé, me meo”, “Jodido futuro”, “Si los curas comieran chinas del río”, “Y aún arde Madrid” y “Porretas”.
Porretas
Reincidentes despacharían “Grana y oro” y “Un día más” nada más empezar su actuación; para fijar la atención del público y que nadie se despistara a partir de ese momento. Hubo una relajación con “Sigue siendo rock and roll”; y más tralla a continuación con “Nazis nunca más”, "Terrorismo”, “Latinoamérica”, “Jartos d´aguantar”, “Los hijos de la calle”, porque Fernando Madina sabe decidir muy bien los tempos, las temáticas y las pausas. No todo va a ser soltar reivindicación tras reivindicación sin más. Aunque algunas de las pausas fueron motivadas por problemas técnicos.
También cedería la voz solista a Javi Chispes, su nuevo guitarrista, quien cantaría una canción de Maniática, banda a la pertenecía anteriormente. “Revolución”, sin embargo sería cantada por Barea. “La ciudad de los sueños”, “RipRap”, “Cucaracha blanca” y “La republicana” extasiaron al público, dejándolo a punto de caramelo para disfrutar con el último concierto de La Polla Records.
Reincidentes
El último de La Polla. Esta vez de verdad, porque no creo que a Evaristo le queden ni motivos ni ganas para repetirlo. Eso sí, salió a por todas desde que pisó el escenario (con corte de mangas antes de empezar a cantar “Salve”), aun encontrándose dolorido por un problema en la espalda.
“Hay que tener el culo muy limpio” (como diría el ciudadano Morales) “y los ojos muy abiertos” (añado yo) para soltar las incómodas verdades que viene cantando Evaristo Páramos desde hace cuarenta años y que seres humanos como los que crean un dios a su imagen y semejanza no acaben hundiéndote y disfrazándolo como otra cosa. Que seguro que ganas e intentos no les han faltado.
Ejerciendo perfectamente el papel del gran frontman que es, Evaristo se iría despidiendo poco a poco, a lo largo de la actuación, de todos los que habían ido al Palacio de los Deportes de Madrid. Primero, dedicándoles una sonrisa, uno a uno a los fotógrafos que en unos segundos iban a abandonar el foso. Luego, más tranquilamente, después de haber repasado la discografía del grupo, de unos pocos de los que han considerado a lo largo de estos cuarenta años que La Polla Records ha reflejado en sus canciones, de forma clara y fidedigna, lo que sucedía en el mundo en general y en este estado llamado España en particular; radiografiando nuestra historia socio-política reciente desde el punto de vista de los que nunca solían escribir sobre la Historia.
La Polla Records
Han perdido algunos seguidores a lo largo del camino, pero pocos. El ser humano es muy de la novedad; y luego están los que, cuando sus artistas favoritos se hacen muy populares, los desdeñan porque quieren que sus gustos sean exclusivos y minoritarios; y los puristas que miran con lupa a los demás mientras ansían que a ellos les toque la lotería para poder dedicarse a no hacer nada durante el resto de su vida. La Polla Records ha ido ganando muchísimos más fieles seguidores con el paso de los años, llegando a convertir el comienzo de esta última gira en el acontecimiento social de mayor expectación de 2019.
Ya todo el mundo sabe que para la reanudación de los últimos asaltos de esta gira, los tres supervivientes de la formación de La Polla Records que se disolvió en 2003 (Evaristo, Abel y Tripi) han contado con dos nuevos guitarristas (Alberto y Kako), que le han dado otro aire al sonido del grupo; diferente, sí, pero reconocible y potente.
Se bailó pogo. Bastante, dentro de lo que cabe. Eso sí, con mascarilla, con un meticuloso lavado de manos previo y guardando en todo momento la distancia física de seguridad recomendada. Hasta personas de mi provecta edad nos vimos motivados para bailar. En mi caso, solo dos temas. Solo dos de los clásicos, porque el cuerpo ya no da para más: “No somos nada” y “Ellos dicen mierda”.
La Polla Records
“¡Cáspitas!”, me dije la primera vez que escuché esta segunda canción. “Eso es lo que le pasa a Julito, el amigo del primo Jacobo. Con la diferencia de que a él casi nadie le contesta: A menudo llueve”.
Hasta el más tonto de mi pueblo (que, dicho sea de paso, vengo siendo yo desde que nací) se imaginaba que, tras la despedida de La Polla Records, Evaristo no se iba a jubilar y a comprarse un chalé en Benidorm (o en Marbella) para dedicarse a tomar el sol durante el resto de sus días. Como ya todo el mundo sabe desde hace muchos meses, va a seguir dando guerra hasta el final en Tropa do Carallo.
El nombre de este festival es un gran acierto mercadotécnico: siempre habrá algo a lo que Madrid resista. O se dé por hecho que resiste, aunque esté bastante maltrecha. Y si no lo hubiera, ya surgiría, como venimos comprobando desde hace casi dos años con el SARS-CoV-2 y su gestión, como apuntó Fernando Madina.
Madrid se supone que aguanta todo. Lo preocupante para su futuro quizá sea esa otra enfermedad que se extiende vertiginosamente y por la que la mayoría de sus habitantes está padeciendo síndrome de Estocolmo; y se sienten felices y comen perdices. Y beben, y beben, y vuelven a beber.