Muchas veces he dicho que el hombre, donde más feliz sería, es si regresase a la época de las cavernas. Pero como no se puede viajar atrás en el tiempo, tengo claro que sí que hay una cueva en la que podemos alcanzar ese gozo, y está en Palencia, más concretamente. No exagero si afirmo que llevaba dos años (24 malditos meses) sin poner un pie en ese centro social autogestionado, y tengo que darle las gracias a ese bicho del que todos hemos oído hablar últimamente. Por eso, ya iba siendo el momento de pasarnos por esa nave reformada en templo del metal y del punk.

También hacía una temporada que no me pasaba por ningún evento organizado por las buenas gentes de HFMN Crew, y esta noche de febrero, nos traían un cartelazo con triplete de nombres propios, y cuyas letras estaban firmadas en otros tantos idiomas distintos. Porque empezamos por el inglés, seguimos por el castellano, y acabamos en catalán.

Las ondas se abrían poco después de la apertura de puertas, cuando el local estaba ya a medio aforo, saludando a los tarraconenses The Gundown. Empezaron bastante fuertes, poniendo a prueba el recientemente estrenado equipo de sonido de La Cueva, y allá que nos fueron calentando mientras demostraban sus más de diez años de discografía que ya llevan con ellos. Fueron intercalando temas de sus tres trabajos hasta la fecha, abriendo con “Everyone laughs”, de su disco del año ya muerto, “Dead End Alleyway”, con temas más anteriores, como “Need our pride back”. Fue un directo de unos 45 minutos, para ir abriendo tímpanos, que culminaron con “Light up the streets”, “Face the lie” y “Troublemakers of the world united”, extraídos de sus dos discos anteriores al del 2021.

Vino el primer descanso de la noche, en el que se fueron cruzando miembros de una y de otra banda, junto con los técnicos de la sala, y fue en esos momentos cuando se empezaron a ver las caras que quizás más ganas tenía la gente de encontrarse en aquella noche. Con poco más de cinco años de existencia como grupo, los chavales de La Inquisición manejan buenas mareas de seguidores allá por donde hacen parada. Y a media hora aproximada del inicio del descanso, rompieron el silencio de la sala saliendo a incendiar el escenario.

Se notaba el poder de convocatoria, porque era difícil moverse desde las primeras filas hasta las últimas, todo eran crestas, gorras con pinchos, coletas y melenas. Comenzaron con un repaso a su último disco, “Tenevrae”, que data de dos años atrás, con “Stella Maris” y “El himno de España” como tracks de ese elepé, y luego dieron el salto al 2015 con “Febrero”, que es cuando fecharon la entrada a su estilo musical. Fue algo más de una hora de lumbre en la que se caldearon todos aquellos que se subieron al escenario para corear las letras, y que se sintieron como en su casa al lado de estos cuatro catalanes.

Para llevar relativamente tan poco tiempo en la escena, con dos largos, dos cortos, y varios sencillos, dieron buena cuenta de un set list enérgico, crítico, concienciado y cabreado, que dividieron en varias pausas con intervenciones que explicaban la razón de ser de unas letras cargadas de furia contra la sociedad, de rabia contra los estados, de malestar contra las economías.

Hubo más movimiento y energía con ellos que con los otros dos grupos de la noche, y eso se dejó notar en los temas que nos dejaron, como sobre todo, “Falsos profetas”, “Verdadera fe”, “Primavera”, y para cerrar, “Rosa de mort”, que dieron toda la variedad de sus trabajos discográficos. Y su front man, muy animado y movido por la masa a continuación del escenario, no hacía más que entregarnos bailes con sus brazos y manos, dando a entender que se lo estaba pasando tan de puta madre como nosotros ahí abajo. Tras esto, otra pausa más, que hacía falta dejar reposar un poco los huesos de los cuerpos.

Se acercaba el final de la noche con el tercer acto de esta velada, y no por ello iban a ser ni los más suaves, ni los menos esperados. Crim han sonado con mucha fuerza en salas y en festivales, y se les ha dejado ver tanto como cabezas, como junto a grandes nombres propios del punk nacional (y hasta internacional), por lo que ser los últimos del menú nunca significa que te estén dejando fuera de lugar. Y tras media hora de descanso, vaya que si nos lo demostraron, con tanta subida de energía, que se fue la electricidad de la sala en tres ocasiones, jurando este servidor que es cierto, no una exageración literaria.

Con la soga por bandera, salieron los segundos vecinos procedentes de Tarragona, ya desde el principio con esas vibraciones que tan rápido les brotan de los instrumentos. Abrieron con “Himnes contra el temps”, de su trabajo del 2018, de donde nos entregaron otros dos temas, “Caiguda lliure” y “La puta copa del rei”. El tercer acto de esta noche en las cuevas también se fue hasta algo más de la hora y cuarto de duración, y es que en sus diez años de carrera, tienen temas para conversar bastante rato con el público. Y nos vinimos bastante arriba con varios de sus tracks más representativos, y hasta aplaudidos internacionalmente, como “Hivern etern”, y con otros inéditos hasta ahora, que nos presentaron casi recién salidos del estudio, como “Patrimoni mundial”, que apenas lleva un mes entre sus pistas. Cerraron la tanda con “Castells de sorra”, uno de sus primeros trabajos, seguido por “Pare nostre que esteu a l’infern”, mucho más reciente en su historia.

Se fueron recogiendo los instrumentos, calentando las pocas cervezas que quedaban, y callando los gritos de los coros, porque esta noche de febrero ya se terminaba, con el Cristo del Otero de fondo, como tantas otras veces que hemos salido de esta caverna a las afueras de la capital palentina. Un gustazo haber hecho posible este reencuentro, y que la escena autogestionada siga funcionando así de bien.