Difícil era la elección de concierto en el último viernes del mes de febrero ya que se agolpaban las citas, la mayoría de esas que jamás te perderías pero, como de momento no puedo desdoblarme, tuve que elegir entre estas ofertas; es una de las consecuencias de la nueva normalidad que los eventos ahora se solapan.

Me decidí por los Drunken Buddha porque son una banda a la que nunca había visto en directo y de la que había oído hablar maravillas a mucha gente, entre ellos a mis compañeros Txen y Maya, y me habían encantado sus dos discos publicados hasta la fecha, así que había que arropar a los asturianos en su primera visita a nuestra tierruca.

Este quinteto, originado hace casi una década pero que empezó a tener relevancia hace 4 años más o menos, está actualmente compuesto por Michael Arthur Long a la voz, Mario Herrero a los teclados, Diego Riesgo a la guitarra y los últimos en llegar, Fran Fidalgo al bajo y Kay Fernández a la batería, habiendo editado hasta la fecha dos discos, “I“ del 2018 y el “II” del 2020, aunque suponemos que no tardaran en editar algo más.

La respuesta de la gente que vi nada más llegar a la sala no era la esperada habida cuenta de la talla de la banda que íbamos a tener delante, pero parece que poco a poco el público fue llegando y a la hora de comenzar el evento había una entrada cuanto menos decente, sobre todo teniendo en cuenta la competencia que había ese día. Lo bueno fue volver a coincidir en un concierto con grandes como Sonia Toledano y Oskar Sánchez de Noche de Rock, compañeros de mil fatigas musicales y con los que siempre es un placer estar.

Y con el “March to Dementia”, que abre su actual disco, a modo de intro, se fueron ubicando los cinco músicos, comenzando a fuego, como lo hace su obra de hace dos años, con “Sea of Madness”, demostrando desde el comienzo su enorme clase y la gran calidad de sus temas, para, mientras afinaban, presentarse y continuar con el recorrido a su segunda entrega con “Devil’s Breath”, todavía más intenso y en donde los teclados tuvieron más presencia, dejándonos otra gran pieza.

Uno de los temas que más me gustan de su actual disco, y eso ya es mucho decir, es “Purple Skin”, que fue el siguiente en sonar, el cual les quedó muy bien con esas enromes combinaciones entre teclado y guitarra, tras el que se presentaron de nuevo, con esa humildad y sencillez que les caracteriza, y continuaron con ese puro himno que abría su ópera prima como es “Can’t Hold Your Gaze”, donde los teclados no solamente estuvieron muy presentes sino que brillaron en un gran solo.

Con su cantante, brutal al frente del micro y un auténtico fiera sobre las tablas, diciendo de manera irónica que ya estaba cansado, rebajaron la intensidad con ese medio tiempo de su último disco llamado “Back Where I Belong”, que fue iniciado de manera magistral por su guitarra, para continuar dejándonos una joya de tema que se acelera al final; en décadas pasadas habría sido un bombazo y hubiera salido en todas las emisoras de radio.

Siguiendo el orden en que se recogen los cortes en su actual lanzamiento, llegaba el momento de “Throw Your Life Away”, con energía y fuerza y un genial solo de guitarra, mientras el cantante nos demostraba su mucha personalidad, para regresar a su primer trabajo con ese temazo que es “Jester Song”, una de esas canciones que te enganchan rápido o al menos eso fue lo que me pasó a mí.

Tras preguntarnos qué tal lo estábamos pasando, con positiva respuesta, regresaron a su actual plástico con “Hang`em High”, que inició el guitarra de manera exquisita con el apoyo de la gente, mientras el cantante se quitaba la camisa y se situaba sobre una mesa delante del escenario, agitando el micrófono como si fuera un lazo, dejándonos una genial canción.

Llegaba la primera de las versiones que nos anunciaron que tocarían, avisando de  que quizás alguno no la conocería, siendo el turno del “Mr. Big” de los Free, comenzando lenta y conteniendo un espectacular solo de guitarra, con respuesta del resto de músicos y  un parón cuando regresó el cantante, para retomar el final con fuerza, retornando a su primer disco con “Monster”, la cual anunciaron como algo más heavy y es que realmente es un corte más pesado y contundente, y en donde el cantante acabó por los suelos en primera fila y el guitarra saliéndose con su manera de tocar.

Con su cantante diciendo que menos mal que quedaba poco porque no podía más, llegaba un tema nuevo, “Dance Of The Serpent Queen”, que nos pidieron que cantásemos con ellos porque era muy fácil y es que dicho corte tiene un ritmo machacón y contagioso, con un importante momento para los teclados y también para la guitarra, tras el cual nos preguntaron si estábamos cansado, con negativa respuesta, aunque ellos confesaron que sí que lo estaban, siendo el turno de otra versión, en este caso del genial “Walking In The Shadow Of The Blues” de los Whitesnake de la primera etapa, la previa al “1987”, una gran canción y que ellos interpretaron con gran brillantez.

Coincido con ellos en lo que dijeron antes de “Lady Stardust” de su primer disco, y es que hay que hacer más el amor y así no estaríamos todo el día enfadados, presentada como una balada, comenzando de manera lenta y tocada con mucha clase y elegancia, acelerándose al final con un magnífico solo de guitarra, para vacilar con nosotros sobre que nos estábamos animando y que se iba a animar más esto y tenía razón ya que llegaba el momento de su versión del “Highway Star” de los Deep Purple, con ese mítica entrada de teclados, ese magnífico solo de teclados y el genial solo final de guitarra: un maravilla.

Llegaba uno de los momentos más esperados de la noche como es ese “Medicine Man”, de su primer disco, con un gran solo de guitarra y el cantante sacando dos botellas de champán, dando una al público, echándose la otra por encima y revolcándose en el suelo, antes de despedirse definitivamente con “Strangers & Fools”, de la misma obra, toda una maravilla de colofón, con ese alocado final y con la que pusieron punto final a su hora y median sobre las tablas.

Suelo ir a muchos conciertos a lo largo del año pero no tengo duda de que lo vivido esa noche fue uno de los mejores que he visto en mucho tiempo, con mucha actitud y clase por parte de estos músicos que demostraron tener calidad para parar un tren y auténticos temazo con los que supieron ganarse a los allí presentes.

Drunken Buddha son una banda que allá por donde van se ganan adeptos algo que no me extraña primero por sus discos pero sobre todo por sus conciertos, a tenor de lo vivido está noche, donde todos disfrutamos de ese rock atemporal que practican, con un cantante muy carismático, un espectacular guitarra, un fenomenal teclista, un bajista que demostró sus tablas y un batería que supo llevar el peso de todo aquello.

Lo bueno de esto es que en poco tiempo volverán al mismo lugar dentro del concurso de bandas del Leyendas Rock y todo aquel que se lo perdió podrá redimirse; yo, sino pasa nada imprevisto, allí estaré.

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Y tras adquirir el segundo disco de la banda en su puesto de merchán y despedirme de parte de la banda y algunos de los presentes, puse rumbo a casa después de haber disfrutado de una inolvidable velada de buen rock and roll potente a cargo de unos Drunken Buddha que están en otra liga y que espero y deseo lleguen muy arriba porque se lo merecen por sus canciones, su actitud y conciertos como el de esta noche.