COLABORACIONES
 Crónica
 
Van Morrison
  29/03/2022     
  Luis Miguel del Campo     
  Luis Miguel del Campo
  WiZink Center, Madrid, Madrid
www.insonoro.com

Van Morrison, esta vez sí, volvió a Madrid

Hay momentos en los que sientes que, con solo estirar el brazo, puedes llegar a tocar el cielo con la punta de los dedos. Estas ocasiones suelen darse muy pocas veces en la vida. La última en que me ocurrió fue la noche del pasado 29 de marzo de este 2022.   

Unos meses antes, a finales de noviembre, casi llegada la fecha, se había aplazado la cita. Temí que no iba a ser posible. Pero allí estaba yo, cuatro meses después, a punto de lograrlo; prolongando esa gozosa sensación de bienestar interior, de felicidad plena, pura, casi infantil, antes de decidirme a estirar el brazo. 

“¡Mister Van Morrison!”, gritó una voz justo en el momento en que al fin me decidí a hacerlo. Y mi mano chocó contra una mano que había a la derecha, un poco más alta. Otra mano más grande golpeó contra la mía desde la izquierda; esta mano también sujetaba una cámara fotográfica. “¡Mentecato!, que solo tienes dos canciones para hacer las fotos… ¡Espabila!”, me dijo una voz que debía de provenir de mi consciencia. Y eso fue lo que hicimos los nueve fotógrafos que nos habíamos agrupado junto al lateral del escenario desde el que se podía fotografiar mejor a una de las grandes leyendas vivas de la música popular de todos los tiempos.   

Tan solo un instante después me encontraba sentado en la grada, dándome cuenta de que los músicos estaban dispuestos en el escenario formando un semicírculo alrededor de Van Morrison. Y de que había perdido mis gafas en el foso-no foso; lo que me hizo recordar la canción de la Orquesta Mondragón. Y a partir de ahí se fueron sucediendo casi sin pausa las canciones; y el recital de virtuosismo y profesionalidad de la banda que acompañaba a la leyenda de Belfast, quien a sus 76 años mantiene su voz joven, firme y llena de matices (los que le han caracterizado durante toda su carrera).   

Había empezado el repaso a su extenso y prolífico legado con “Caledonia Swing”, un instrumental durante el que únicamente se dedicaría a tocar el saxo, como en sus inicios en el mundo de la música. Comenzaría a cantar a continuación, en “Latest record project”, canción incluida en su último álbum (de 2021) y al que también da título. Sería de este disco, precisamente, del que más canciones ofrecería, tres, pero en su repertorio de esa noche se irían sucediendo variopintos temas de su extensa, prolífica y excelsa discografía. Aparte de R&B habría momentos con sonidos de marcada influencia folk de su tierra, blueseros, rockeros, jazzísticos …

  
Van Morrison
 

En ningún momento se dirigiría al público ni a ninguno de sus músicos (como mucho  alguna seña con las manos a estos últimos). Simplemente se dedicaría a ir cantando un tema tras otro, con mínimos signos de emoción en su rostro.

Sin embargo, sus emociones las trasmitía cantando, haciéndonos saber lo que siente el sábado por la noche una persona sin trabajo, sin esperanzas, alimentada de realidad virtual… (“Deadbeat saturday night”); o que siempre habrá días como aquel cuando las piezas del rompecabezas parezca que encajan y nadie pise tus sueños… (“Days like this”); o lo que se siente cuando has estado mucho tiempo llevando una antorcha (“Carryng a torch”) o mientras buscabas a una persona como tú y por fin la encuentras (“Someone like you”); y también para ensoñar con Ray Charles derribado, pero consiguiendo levantarse para hacer lo que puede (“These dreams of you”).

Porque además de rememorar sus inicios, también recordaría a varios de sus músicos más admirados e influyentes para llegar a ser lo que hoy en día es. De varios de ellos ya había grabado alguna de sus canciones. Por ello pudimos escuchar sus particulares versiones de grandes maestros: “The new symphony Sid”, de Lester Young, saxofonista tenor y una de las figuras más influyentes del bop del swing y del cool; “Dead or alive” (Woody Guthrie), “Think twice befote you go” (John Lee Hooker) y “Help me” (Sonny Boy Williamson), en cuanto al blues; la rockera, tierna y desgarrada “I can tell” (Bo Didley); “Laughin´ and clownin´ ”, de Sam Cook, que ya grabó en 2018. Para otros homenajes haría popurrís con canciones de composición propia.

Así en “Clearing Windows” enlazarían con “Be-bop-a-lula”, de Gene Vincent. Más larga y compleja sería la pieza en la que unió “Baby, please don´t go” (Big Joe Williams) y “Don´t start crying now” (Them), con “Got my mojo working”, un estándar  del maestro Muddy Watters.
    
A lo largo de la hora y media que duró el concierto iría incluyendo algunas de sus nuevas o recuperadas composiciones para la banda sonora de “Belfast”, película del pasado año 2021.

Se sucederían los aplausos en numerosas ocasiones a lo largo de la noche, pero el momento de mayor júbilo del público fue cuando escuchó que sonaba “Brown eyed girl”, uno de los grandes éxitos de Van Morrison, contenido en el álbum de 1967 con el que comenzó su carrera en solitario. El hecho de que a continuación sonaran los primeros acordes de “Gloria” era un claro indicio de que se estaba acercando el final del concierto. Así fue; aunque no de la manera que todos imaginábamos, pues, una vez acabada la parte vocal, Van Morrison abandonaría el escenario. Pero la banda seguiría tocando; y se fueron sucediendo los solos de todos los instrumentos (o dialogando uno con otro) y de voz, de tal forma que los músicos acabarían de interpretar solos el primer éxito de Them doce minutos después de que Van Morrison hubiera abandonado el escenario. El maestro ya estaría en el hotel…
  
Van Morrison
 

“No te lo creas, chaval, que todavía no has llegado a hacer algo que merezca la pena ser recordado. No has arañado ni una migajilla de gloria; lo de hace un rato solo significa  una satisfacción personal. Nada más”, me decía el Pepito Grillo que llevo dentro mientras me ponía la capucha tras salir del  Palacio de los Deportes. Y seguí caminando. Dejando atrás una calle; luego otra. Hasta llegar a Centro. Pero no me detuve, seguí andando bajo la lluvia, alejándome de calles mientras me acercaba a plazas; cruzándome con personas que se movían apresuradamente o se guarecían del chaparrón. Y así estuve caminando sin rumbo durante no sabría decir cuánto tiempo…

Antes de llegar a Prosperidad, me había ido encontrando a unas cuantas personas que se disponían a dormir en la calle, muchas de ellas delante de las puertas de negocios que han tenido que cerrar como consecuencia de la crisis sanitaria.  

Después de haber estado a punto de creerme que esa noche iba a tocar el cielo como fotógrafo de conciertos, ese baño de cruda realidad me vino bien para poner los pies en el suelo. Y para recordar que la mayoría de las personas podemos pasar de cierto desahogo económico y de una discreta felicidad a la más absoluta miseria debido a una  circunstancia adversa imprevista o porque algún fantoche engreído (o varios) con suficiente poder, o influencias, chasquee sus dedos.

  
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