Después de casi dos años de cancelaciones y sin apenas actividades, con la llegada de la primera primavera post pandémica y el fin de las restricciones, fueron retornando los festivales. Y si hay alguno que supone el pistoletazo de salida de la temporada, ése es sin duda el Rivas Rock, que celebraba su séptima edición.

Siempre se ha dicho que a las bandas encargadas de abrir los festivales las ven los amigos, los técnicos y la gente de las barras… pero cuando esa tarea corresponde a Kamikazes la cosa cambia. La banda de Carabanchel, que ha estado girando este año con Free City, congregó a las cinco de la tarde a un importante número de seguidores para defender en directo su segundo trabajo “Fuego Polar”, publicado en 2021 y compuesto por siete temas que, unidos a los ocho que forman “Niños Perdidos” (2019) permiten conformar un setlist que garantiza un espectáculo de puro rocanrol rápido y desgarrador que recuerda a los últimos años del siglo XX. Y entonces sonaron “Con Todo”, “Somos leyenda” y “Lejos de aquí” y volvieron los bailes al auditorio Miguel Ríos, y los músicos volvieron a fundirse con su público. Y todo volvió a ser como antes.

Tras el pertinente cambio de configuración del escenario fueron Mafalda quienes continuaron la tarde inundando el recinto de un rap metal fresco, alegre y desenfadado, pero con unas letras reivindicativas que no dan puntada sin hilo y que, al estar cantadas a tres voces en perfecta armonía con los viento-metales crean un dinamismo y unos contrastes que rayan en lo hipnótico; todo ello sólidamente asentado sobre una base rítmica que hace imposible permanecer indiferente.

Mafalda supone, mi entender, un soplo de aire fresco dentro de una industria que se resiste a introducir cambios o nuevos elementos; siendo además la única formación del festival que incorpora mujeres en sus filas.

La tercera actuación de la tarde correspondió a los gasteiztarras Segismundo Toxicómano quienes, fieles a su habitual puesta en escena, sobria pero contundente, terminaron de subir la temperatura del auditorio presentando, en primer lugar, algunos de los temas de Sangre Fácil, último trabajo de la banda publicado en 2019 para, a continuación ofrecer un recorrido por lo más significativo de sus veinticinco años de trayectoria con una selección de piezas que recuerda bastante a Balance de Daños, único disco en directo de la formación; pero incluyendo temas extraídos de Una bala (2009), Ke no Cunda el Pánico (2011) y, en menor medida, Trilogía (2017); destacando especialmente la reacción del público durante “Las noches siguen sabiendo a sangre”, “Apunta” y “Euskadi”.

El combate de semi fondo corrió a cargo de Desakato, de los que poco se puede decir para quien ya los conozca; y para los que no, advertirles de que se trata de una banda con el síndrome de Mike Tyson: salen fuerte, pegan duro y no se cansan, provocando un gran desgaste en quien se atreva a seguirles el ritmo. Los asturianos ofrecieron un total de diecinueve temas de un punk metal delicioso a la vez que, de alguna forma, fatalista y desgarrador.

De hecho, una compañera de prensa me comentaba extrañada que le resultaba curioso que el público pareciese celebrar y bailar con alegría letras que tratan temáticas como la desesperación, la falta de expectativas de futuro o la tendencia humana hacia la autodestrucción. Tras repasar temas ya icónicos de la banda como “La Cura”, “Cada Vez” o “Animales Hambrientos”, el concierto terminó con “Fueu y Solombres” y “La Tormenta”.

Una vez que cayó la noche fueron Soziedad Alkoholika los que salieron al escenario del auditorio Miguel Ríos entre un espeso humo y unos intensos tonos rojos y azules que, si ya hacían complicado distinguirles, no digamos nada de fotografiarlos… La formación que, aún habiendo experimentado varios cambios desde su formación en 1988, se mantiene fiel a su esencia en un punto indeterminado entre el trash metal y el hardcore, y que siempre se ha caracterizado por atacar los pilares del fascismo, el racismo, el machismo o la homofobia de forma implacable; ofreció un repertorio conformado por lo mejorcito de su discografía entre un espectacular juego de luces y unas llamativas columnas de fuego.

Mención específica merecen los momentos de “Piedra contra tijera” (Tiempos oscuros, 2003)  ) “Cuando nada vale nada” (No intente hacer esto en su casa, 1997) “Kontra la agresión kastración” y “Nos vimos en Berlín (Intoxikazión etílika, 1990) que siguen levantando al público como el primer día que se tocaron.

Fueron Lendakaris Muertos los encargados de poner el punto final al festival. Los iruindarras presentaron un setlist muy similar al del disco “Sin speed hasta Madrid” (2017) pero incluyendo piezas post pandémicas como “Cóctel molotov al chivato de balcón” y alguna anteriormente descartada, como “El 4k se llevó a mi chica”. Haciendo gala de un humor que ya han convertido en seña de identidad nos recordaron que están en esto por las drogas, que echan de menos al último txakurra, que fueron ikastoleros y son veteranos de la kale borroka, para terminar la actuación insistiéndole al oso panda en que se coma el bambú. En definitiva, sólo hubiera podido mejorarse si el mánager de SA les hubiera prestado el fuego, tal y como estaban pidiendo.

El Rivas Rock 2022 ha sido una prueba irrefutable de que pueden celebrarse grandes eventos musicales con todas las garantías y sin incidentes reseñables, y esperamos que le queden aún muchas ediciones por celebrar.