Escenario Santander se convirtió en un arsenal de música y felicidad que tumbaba el rezagado negativismo de cualquiera de los presentes. Si bien es cierto que había pequeños comanches en la sala, Depedro consiguió sacar el que todos llevábamos dentro. Porque él puede hacerlo, porque sin quererlo – para qué mentir, todos queremos – nos sumerge dentro de un cajón mágico plagado de canciones sentidas, cumbia para los más danzarines y mucha estima. De verdad, allí se palpaba el imperioso cariño entre el artista y su público.
Las canciones sonaban al unísono una tras otra, sin excepción. Primeras filas, padres e hijos que sin importar el salto generacional, les unía una misma ilusión: Depedro.
Comenzar con Máquina de piedad fue un acierto ya que calentaba motores para lo que Jairo y la banda nos tenían preparados. Entre otras, bajarse del escenario y tocar a pura percusión una cumbia que nos hizo disfrutar y evadirnos de cualquier problema existente fuera de aquel lugar.
Depedro
Si bien todo el repertorio fue un acierto indiscutible, es inevitable añorar canciones porque con Depedro todo se hace corto pero inolvidable. Te sigo soñando y Déjalo ir puso la piel de gallina a más de uno.
Bailar también estaba en los planes de todos y es que además ver a los artistas sobre el escenario disfrutar de esa forma, te transportaba a un estado de felicidad increíble. Se preocupaban de que su público así lo sintiese.
Nadie se lo esperaba pero sonó Llorona, una elección que el propio cantante confesó que lo había decidido esa mañana. Si todos bien sabemos que esta obra maestra de Chavela es como llorar sangre, Depedro no se quedaba lejos con su interpretación. Y todos estábamos embobados, atónitos y emocionados. Jairo como las lía… Allí había más de un corazón arrancado de su dueño.
Y un simple apunte sin importancia para concluir este viernes noche tan especial. Jairo entrego botellines de agua a los más peques, que lo daban todo con cada letra. ¿Cómo un pequeño y tan sencillo detalle puede hablar tanto de la bondad de una persona?
Depedro quiere a su público y su público quiere a Depedro. Es un hecho. Así de simple.