Lo primero que tuve que hacer nada más llegar a Toro, fue frotarme los ojos, porque por un momento creí que habíamos vuelto atrás en el tiempo, concretamente, a aquella gloriosa edición del Vintoro del 2019, la última que conocimos con todo el espíritu del punk rock aderezado con vino tinto. Pasando página de la inexistente y aplazada edición del 2020, y una desinflada versión del 2021, azotada por las restricciones, el público sentado y los grupos en acústico, por fin nos encontramos, tres años después, con la verdadera esencia de este festival, recuperada y restaurada.

El día que hoy nos ocupa, el viernes y primero de los dos que compusieron el festival, llegamos un poco tarde por asuntos personales, en el fondo somos clase obrera y trabajadora.

Puntuales como suelen cumplir con los horarios, a las 19:00 comenzaron Huntza, a los cuales les fuimos escuchando mientras atravesábamos los caminos del pueblo hacia el recinto, y con su inconfundible estilo punk folk con letras en euskera, nos fueron guiando hacia las puertas. Una vez acreditados con nuestras pulseras, pudimos asistir a los cantos de las dos vocalistas principales del grupo, acompañadas por acordeón (tocado por una de ellas) y guitarras para componer ese sonido suyo que les llevó a juntarse en las calles bilbaínas y que les ha granjeado no pocas líneas en los carteles de varios festivales.

Con su primer gran éxito nacional e internacional, “Aldapan Gora”, se les abrieron multitud de puertas, y entre ese, y otros como “Lasai, lasai”, nos fueron amenizando la calurosa tarde de junio que se abría ante nosotros. Y mención especial a ese interludio con “Flying free” de Pont Aeri gloriosamente versionado a su estilo euskera.

Así comenzó el primer descanso de la tarde, ya dando paso a la caída del sol, y fuimos comprobando cómo las puertas de acceso no dejaron de acoger esos grupos y ríos humanos tan variopintos de los festis. Las barras ya iban rebosando, porque el calor no daba tregua, y poco a poco, fuimos viendo cómo izaban la bandera de Josetxu Piperrak, el siguiente convocado del cartel.

Igualmente puntuales, a las 20:45 fueron desfilando los buenos de Josetxu y los integrantes de su nueva banda, tras la disolución de Piperrak unos años atrás. Aún con solo un disco en su haber, no había duda de que nos iban a atronar con los temazos de la anterior banda, que no son pocos, y es que más de 25 años de trayectoria pueden dar para mucho. Como no podía ser de otra forma “Cualquier día” fue la niña mimada del set list, con otras como “Mi primer amor”, que levantaron los coros del público, sobre todo de los más punkys y los que crecieron con estas letras traídas desde Euskal Herria. Mención especial para los otros protagonistas de este bolo, que fueron el viento y la lluvia, y que en ningún momento lograron disipar a la multitud congregada, pese a un pequeño incidente con una de las lonas laterales del escenario, que se soltó de sus amarres e hizo un poco de las suyas, ondeando como quería, pero sin poner en peligro a nadie.

Ya con el anochecer bien alcanzado, dieron comienzo los que conformaban el ecuador de este primer cartel, y allí hizo acto de presencia Evaristo con toda su tropa (do carallo), un buen sabedor de lo que significa haber tenido varios grupos a sus espaldas y sus pendientes. Nacido el año pasado a la sombra de Gatillazo, y por ahora, con un único elepé en su discografía, subieron al escenario con toda esa actitud macarra, chulesca, descarada y desafiante para demostrarnos todo lo que tenían que decir.

Tuve la impresión de que este concierto fue de los más tranquilos de la jornada, quizás porque al ser relativamente reciente en su gestación, el público aún no estaba muy familiarizado con sus letras, por eso no me extrañó ver a muchos grupos sentados en coros, charlando y bebiendo, ocupando parcelas del césped aquí y allá. La acústica fue muy buena, por lo que no costaba distinguir todos los improperios y amenazas que Evaristo lanzaba a los gobiernos y a las economías. Y de este su primogénico, “Qué hostias andáis!”, destacar “Vente a la mierda” y “Simios en armas”, que hicieron tambalearse no pocos cuellos de los asistentes.

Ahora ya sí que sí, con la noche bien entrada, el calor algo apartado, y la gente bien preparada, iba a empezar el plato fuerte del viernes. A las 00:15, ya siendo más sábado que viernes, se alzó la lona de los Lendakaris, grupo gamberro y fiestero a partes iguales donde los haya, y no les pidas que toquen más rápido, porque ya todos sus integrantes echan humo de lo aceleradas de sus ritmos y de sus letras. Así, formando parte del grueso mayoritario que conformaron los grupos vascos que desfilaron por el Vintoro, salieron a darlo todo, y quedó demostrado que se lo estaban pasando tan de puta madre como los asistentes, porque Aitor se bajó varias veces al público para corear con ellos y echarse unos bailes bien rodeado.

Todos los temazos que ya nos conocemos, y que se han confirmado como la característica principal del grupo por su corta duración, fueron cayendo como bombas sobre nuestros tímpanos: “Estamos en esto por las drogas”, “Cómeme la franja de Gaza”, y extractos de su primer disco, como “Soy un veterano de la kale borroka” y “Pasau de rosca”. Y efectivamente, por si a nadie le quedaba resquicio de duda, dejaron para el final su representante sonoro más distinguido, “Oso panda”, con disfraz a tamaño real incluido, que nos dejó a todos más que encendidos. A servidor, este momento le recordó sobremanera a cuando Narco interpretaba “Yoni el robot” con ciborg incluido, y se montaba una buena fiesta tanto en el escenario como a sus pies.

Llegó el último y merecido descanso para todos, a las puertas ya de la luna más alta, y Mafalda era el grupo que nos iba a dar las buenas noches y hasta mañana. Puntuales como el resto de bandas, a las 2 de la mañana fueron haciendo aparición esta numerosa agrupación, con Bárbara, Vera y Marcos como las gargantas protagonistas de todas las letras que nos iban a entregar. No faltaron el flow, la lírica y el ritmo desde el primer tema, y nos atronaron bastante bien con sus bases enérgicas, y por supuesto, el escenario explotó en vibra cuando tocaron uno de sus temas más representativos, “En guerra”. Con su último disco del 2018, y a la espera de nuevo material, nos dieron más de hora y cuarto de duración sonora, alternando entre tramos pausados y otros mucho más cañeros, con esa concordancia majestuosa entre voces femeninas y masculinas que tanta buena onda nos transmiten.

Con el enmudecimiento de los altavoces dio por terminado este primer día de los dos que formaban el cartel, y el que subscribe se fue caminando de puertas hacia fuera con una bella reflexión en el coco, con la que ahora me despido y cierro esta primera crónica. Y es que fue muy simbólico que tanto la apertura como la despedida de la jornada corrieran a cargo de voces femeninas en ambos grupos, el primero y el último, dando visibilidad y presencia a la figura de la mujer en la escena musical, que tan esencial, necesaria, importante y fundamental es. De hecho, fueron Huntza y Mafalda las que otorgaron esos pensamientos a los asistentes, por una parte agradeciendo la mayor participación femenina tanto en los escenarios como en los públicos, y por otra como la personalidad combativa, reivindicativa y feminista que encarna la mujer actual no sólo en la industria musical, también en la sociedad contemporánea.