El último día del festival comenzaba a rodar para mí. No me dejo nada atrás. Llevo las ganas, la emoción y un cariñoso calor que no se quiere perder nada. Acabado el mismo ritual de entrada que ayer y en nada me veo delante de uno de los dos escenarios principales. Son las seis de la tarde y la afluencia no para de crecer.

Mucha gente sentada en el suelo, que en su mayoría está recubierto de césped artificial, gozando de la sombra, que también abunda. Se puede estar en el suelo ya que la limpieza es ejemplar tanto por parte de la organización como del comportamiento de los asistentes que no dejan nada por medio. Si hay infraestructura, el civismo no falta y todo fluye.

Noté  que los sonidos, que mientras me acercaba, se  movían en la leve brisa. No eran otros que los acordes y la tremenda voz de Doro. No exagero si la calificamos como la reina del metal clásico. Todo un lujo contar con ella en esta edición. La mayoría de las canciones que tocó son recuperadas de su formación ochentera Warlock. “Burning The Witches” “Hellbound” o “All We Are” sonaron enérgicas y en su máximo exponente rockero, ya que solo nos entregó algo de calma con el tema “Für Inmer”. Acabaron con “All For Metal”,  con los ánimos subidos y el público entregado a la implicación de la banda incisiva y vigorosa, más una voz poderosa por la que parece que no pasan los años,  con la que consiguió que el recinto vibrara al máximo a mitad de una tarde ardiente.

Sin apenas tiempo de ir a buscar algo de beber y comprobar que el festival también tiene sitio para la solidaridad con un stand para colaborar en la lucha contra la enfermedad Asdent (www.asdent.es), los albaceteños Ángelus Apátrida ya soltaban tralla. De la Mancha al cielo pasando por Barcelona, sus tremendas guitarras, más afiladas que las navajas con las que comparten tierra, hacen moverse a la gente calando en el ánimo del más duro.

No hay más que escuchar canciones como “Indoctrinate”, “Of  Men And Tyrants” o la canción de despedida “You Are The Next” para saber que no tienen nada que envidiar a ninguna banda foránea, venga de época que venga. Ángelus Apátrida están aquí para dar mucha estopa y lo demuestran cada vez.

En los últimos momentos  de los manchegos  flotando en el denso y cálido aire me acerco a la carpa. Estaban sonando Bullet en ese momento. No le cojo el sitio a la Rock Tent y el sonido me parece contaminado por Ángelus Apátrida, haciéndoseme extraño. Decido quedarme un rato pero desisto al poco porque no considero que se oiga todo lo bien que podría ser, ignoro el motivo. Ya sabemos que los caminos del sonido son inescrutables. Me vuelvo a los escenarios principales relamiéndome por lo  que me espera a lo largo del día.

Sin tiempo para apenas pensar que el calor sigue allí haciendo de las suyas, Megadeth ocupó las miradas de un público deseoso de más metal de alto kilataje. La primera en sonar fue “Hangar 18”, que fue de menos a más. No cabe duda que era una de las grandes bandas esperadas del día y no decepcionó, aunque a Dave Mustaine se le notase cierto desgaste en la voz y malas formas con un técnico de sonido durante la actuación, episodio que no voy a narrar ya que no merece la pena... En general el concierto estuvo bien aunque no sobresaliente. Gustó oír “Trust” o “Holy War...The Punishment Due” para finiquitar.

El ritmo es trepidante y si parpadean se lo pierden, apenas cinco minutos después Judas Priest ya estaban acelerando para quemar rueda en el  escenario contiguo. Otros que llevan gira con apellido de cincuenta años, “50 Heavy Metal Years” prestos a darnos su particular homilía metálica. Los británicos rompieron el silencio con “One Shot At Glory”, un tema de los 90´s que suena como un latigazo en directo. Fue como el disparo de salida de un concierto de alto octanaje que como gotas sagradas y esparcidas mediante guisopo fuimos bendecidos con “Hell Patrol” “Painkiller” “Turbo Lover”  o el cover de Fleewood Mac “The Green Manalishi (Whit The Two Prong Crown)”, todo ello ataviado con unos riff cortantes y cuero entachado como señas de identidad irrenunciables e  inconfundibles.

Acabado el show del sacerdote, llegaba el turno de la cabeza de cartel del festival. Por todo lo que arrastran y significan para muchos, Kiss era uno de los momentos más esperados. No había más que ver como esa Kiss Army asaltaba las primeras filas, dejándose notar de forma muy evidente. Cuando empezó a sonar “Rock And Roll” de Led Zeppelin sabíamos que no había marcha atrás y que el cielo se vendría abajo, cargado de estrellas.

El telón se hizo a tierra y la banda apareció entre luminotecnia y explosiones sobre esas plataformas no aptas para sujetos con vértigo. Visualmente son muy difíciles de superar. Su estética ochentero-futurista, tan original como inimitable, les dan un marchamo de autenticidad. La primera canción en salir a la trepidante escena fue  “Shout It Out Loud”.

La pirotecnia, los juegos de luces y el fuego no dejarían de aparecer en todo momento, acompañados con una pantalla XXXL, donde se proyectaban cachos del directo y partes de videoclips, haciendo un recorrido visual de la trayectoria de las cinco décadas que atesoran.  Aunque no es solo eso lo que ocurre en el escenario. Pudimos ver a Gene Simmons vomitar sangre en la presentación de “God Of Thunder” o sacar una antorcha con fuego en “Heaven´s On Fire”,  si la memoria no me falla.

Hay que mencionar que el gran nivel de voces que conservan en general, no todo el mundo puede decir lo mismo. Entre otros grandes temas de la banda pudimos oír “I Was Made For Loving You”, “Black Diamond” “Psycho Circus”  o  “Cold Gin”. Con el concierto  llegando a su final se podía sentir la emoción de la gente, pero también el cansancio. Había mucha gente tirada en el suelo cerca zona habilitada para personas con movilidad reducida, sitio donde terminé  apalancado.

Como últimas canciones sonaron “Do You  Love Me” y “Rock And Roll All Nite”, donde un aluvión de pelotas hinchables lo inundó todo en  un totum revolutum de confeti y pirotecnia que  marcarían el momento final. Un concierto inolvidable por lo que significa. El tiempo pasa, a diferentes ritmos, pero pasa al fin y al cabo y hay que agarrarlo.

Mis ganas de seguir eran una factura que mi cuerpo no podía pagar, al menos a tocateja, pero decidí quedarme a ver al menos un rato a mis paisanos Medina Azahara. Grande fue la sorpresa cuando el lugar de a Manolo Martínez  vi al Fortu sobre las tablas. No me había enterado de que los cordobeses, que ya venían de sustitutos de Saxon,  habían sido sustituidos por Obus a ultimísima hora. No es nada fácil subirse a un escenario cuando acaba de pasar un vendaval, pero la maestría que dan los años hace milagros y el Fortu tiró de experiencia y saber hacer.  Obus sonaron como eso, que además lo saben hacer muy bien. Himnos caseros como “Vamos muy bien” “Dinero Dinero” o “Va A Estallar El Obus” sonaron contundentes ante un público que, en parte,  ya estaba en retirada.

Decidí que mi tiempo también había acabado y enfilé el camino de vuelta con una sensación en mente. La cantidad de bandas que han hecho historia y ahora recorren los escenarios con medio siglo a las espaldas no es muy grande, pero es significativa. Las opciones de ver en vivo a grupos que han contribuido a crear una cultura se van acabando. Rock Fest nos ha dado esa opción y tú, si eres amante del rock, igual te arrepientes de haberla dejado pasar. Igual el año que viene haya otra oportunidad… o no.