El primer fin de semana de julio se celebra en la localidad asturiana de Llanera la fiesta de Exconxuraos (excomulgados en castellano) conmemorando cuando hacia 1408, los vecinos del Concejo de Llanera se declararon en rebeldía contra el obispo de Oviedo por los abusos que venían sufriendo por parte de esta institución y, como represalia, fueron excomulgados.

Seiscientos catorce años después, este hecho histórico se conmemoró hace unos días, como viene siendo habitual, con una gran cena medieval, un mercado medieval y música en directo

La primera de las actuaciones corrió a cargo de Nadye, banda madrileña de pop-rock (o de rock-pop, según se tercie) que venía de tocar la noche anterior en un festival en Miranda de Ebro (Burgos) y que estaba aprovechando la coyuntura tanto para cumplir con compromisos escénicos adquiridos antes de la pandemia, como para presentar a Manu, su nuevo guitarrista tras la repentina marcha de Álex.

Para esta ocasión habían sido seleccionados temas pertenecientes a la variante más rockera de la formación, arrancando el concierto con “Contra las cuerdas” -extraído del álbum Intrapolar de 2019- originalmente grabado con la colaboración de Julio Maloa (La Raíz) y cuya particular intro, así como la energía que transmite, hizo que muchas de las personas que deambulaban por el recinto ferial se acercasen al escenario, al pie del cual y en primerísima fila se encontraban, dándolo todo, el alcalde y la concejal de cultura de la localidad.

Seguidamente los acordes y la letra de “El último minuto en la tierra” nos invitaron a afrontar la noche (y el resto de nuestras vidas) con un optimismo feroz y a aprovechar cada instante con vehemencia; suponiendo una declaración de intenciones en toda regla y una carta de presentación que no deja duda alguna acerca de la esencia de esta banda.

En la misma línea sonaron a continuación “Nuestra revolución” y “A la deriva”, tema que aborda la problemática de la incertidumbre y la eventual pérdida de rumbo cuando la vida nos da algún revés; “La 103”, con cierto tinte nostálgico (pero sin la colaboración, en este caso, de Razkin); “Lejos”, que tal como la entendí supone un alegato a la reinvención y a volver a empezar las veces que sea necesario -posiblemente mi preferida de la discografía-; “Vuelo kamikaze”, primer corte del último trabajo de estudio de la banda y “Los días del Iceberg”.

Según fue transcurriendo este bloque fueron más y más los asistentes que se sintieron atraídos por las cuidadas pero contundentes melodías que los madrileños estaban ofreciendo y eran cada vez menos los claros entre el público que se percibían desde el escenario, incrementándose exponencialmente el nivel de entrega por parte de los espectadores que, aunque no se supiesen todas las canciones, las estaban disfrutando visiblemente.

“Boca a boca” fue el tema elegido para abrir el último tramo de la actuación, que continuaría con “1.000 rincones” y “El ritual” (enlazados mediante el riff de “American Idiot” de Green Day) para terminar con una intensísima interpretación de “La noche es nuestra” como si se tratase de un fondista en el último kilómetro o un boxeador buscando el KO.

Aun a pesar de las diversas complicaciones surgidas en las últimas semanas, los madrileños cumplieron y convencieron. Y puede asegurarse que tras esta actuación, su número de seguidores se ha incrementado significativamente.

Tras el pertinente cambio de configuración, llevado a cabo rápida y eficazmente por un equipo de técnicos perfectamente coordinados, fueron los locales Desakato, que tras iniciar su show con el instrumental “Volcán” y “Heridas abiertas”, ambos extraídos de La Teoría del Fuego (2016) saludaron a su público, visiblemente contentos de jugar en casa, con la frase “Buenas noches Llanera, somos Desakato  y venimos de aquí al lado.” Para entonces la explanada del recinto ferial estaba ya prácticamente llena de acérrimos de la formación de punk rock que iniciara su andadura allá por 2003 y que se caracteriza por la rapidez y potencia de su batería en absoluta sintonía con un bajo certero y preciso que sostienen unas guitarras incisas, limpias y contundentes y unas voces  (con varias octavas de diferencia) que se complementan perfectamente para presentar unas letras desgarradoras con cierto aire fatalista que podrán gustar más o gustar menos, pero no dejan a nadie indiferente.

“La Tormenta”, “La Ira de los Hambrientos” y “Combustión” se encargaron de traernos a la memoria el álbum Buen Viaje, de 2014 y de consolidar un ambiente festivo en el que resultaba imposible no involucrarse, a excepción de dos despistadas que estaban apoyadas en el anti-avalanchas mirando el móvil y que, cuando fueron conscientes de que no era el sitio más seguro para andar distraídas, decidieron cambiar de ubicación.

Con “La Cura” y “Humo Negro” del EP Antártida (2018) llegamos al ecuador del concierto, aunque a esas alturas resultaba ya imposible calcular cuánto llevábamos y cuánto quedaba pues apostaría a que dentro de semejante explosión de euforia la mayoría de los presentes habrían perdido ya la noción del tiempo y, posiblemente, del espacio.

Tras las dos últimas referencias a La miel de las flores muertas (el más reciente trabajo de estudio de la formación asturiana) fue el momento de “Cada vez” durante cuya intro el público acompañó a Pablo cantando con él y haciendo uso de las linternas de los móviles generando una visión que, desde el foso, resultaba sobrecogedora; casi tanto como el remolino que se formó minutos después durante “Animales hambrientos”.

La recta final arrancó con “Fueu y solombres” de La Teoría del Fuego (2016) que cuando es tocada en directo suele ir acompañada por gran parte del público de una reivindicación de la oficialidad del asturiano, y en esta ocasión no iba a ser menos.  Después del clásico “Octubres rotos” (tema más reproducido de Desakato en Spotify) y “Pánico en Frankfurt” aún quedaba tiempo para hacer un tema más; y fue “Cuando salga el sol” la última de las piezas de un setlist que hubiera hecho que los asistentes se subieran por las paredes si no hubiéramos estado en mitad de un prado.

Cabe destacar el impecable trabajo del personal de luces y del personal de sonido; así como la labor de organización y producción por parte de Iván Pérez del Ayuntamiento de Llanera y Sergio de Asturcon. Como profesional del sector no puedo sino agradecerles tanto a ellos como a Marcos (road manager de Desakato) y al alcalde y la edil de cultura, todas las facilidades, la disposición y el excelente trato para la realización de esta crónica.