Pucho, la bestia madrileña, ha jugado en casa
El viernes 1 de julio miles de personas fuimos partícipes del que para muchos ha sido el mejor espectáculo de 2022. No solo acudimos un clásico escenario como si de la saga de El Padrino se tratase, sino que hemos acudido a una obra de arte visual.
Aunque ni afine ni cante, Antón, Puchito para todos, se sacó el sombrero y brindó con todos por una noche de lujo. No estaba solo sobre el escenario, porque si algo destaca de este tour es que son muchos los artistas que están rodando las carreteras con él. Entre ellos, Ketama y El niño de Elche, ni más ni menos.
El púbico de Río Babel estaba eufórico. Lo cierto es que no cabían en la mano las veces que consiguieron, tanto el madrileño como los artistas del flamenco, ponernos la piel de gallina. Marina, una de las voces que está de pie tras la mesa, interpretó Ateo junto a Pucho. Esta actuación solo se podría etiquetar de una forma: pasión.
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Sentados en la mesa con un guiñito al clásico de Da Vinci, con botella de una esquina a otra y algún que otro chupito, se apagaron las luces, Puchito se vino arriba literalmente y sonó Tranquilísimo. De pronto es como si todos estuviésemos en un pub de estética urbana, bailando hip-hop.
Aunque sin saberlo bailases, sin saberlo cantases, sin saberlo saltases, también sin saberlo, llorabas. Y es que pasaron por clásicos de la copla pero sin duda Campanera fue una sorpresa bien grata.
Pero al grano: El Madrileño sonó prácticamente entero. En un festival disfrutar de un concierto de dos horas es lo menos usual. No había canción que los asistentes no supiesen, no había un concierto, había una fiesta. Y bueno, qué ni hablar del rodaje que había encima del escenario, todos éramos espectadores de un behind the sceness.
El madrileño estaba notablemente emocionado porque como muy bien dijo, estaba en casa. Si hay un concierto que nadie se debe perder es precisamente este “Ni cantar, ni afinar” del gran C. Tangana.
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