Sé que esto es algo que ya dije en su momento en la crónica de hace tres años, pero lo vuelvo a repetir porque es necesario señalarlo: adoro los festivales que consiguen que te sientas como en tu propio hogar, como si te estuvieran dando un abrazo constante desde que entras al recinto, y hasta que realmente te marchas a tu casa. En este lapso temporal de tres años, desde aquel verano del 2019, también caluroso y también con mucha oferta musical, hemos echado de menos a este certamen tan curiosamente llamado Abejarock, mezclando el juego de palabras de su ciudad de celebración, Béjar, con ese insecto tan necesario y esencial para el mundo, como la música.
Por cercanía y trato, estuve en contacto frecuente con dos de los principales organizadores del evento, Prados y Fer, a quienes pude ver incluso en otros conciertos y festivales en estos tres años de pandemia. Y en cada ocasión que hablábamos o coincidíamos, me hacían llegar sus ganas de poder tener entre las manos su criatura punky y rockera otra vez organizada, tangible para todos nosotros. Tras unas charlas en el Vintoro de este mismo verano, donde pudimos verles a ambos cabezas de la organización compartiendo kalimotxos y directos, supimos que este verano tendríamos miel de primera calidad procedente de Béjar.
Ambiente
El fin de semana elegido para el evento sería el del ecuador de agosto, con el cartel, esta vez ya sí, dividido oficialmente en dos días, con el viernes formado por menos grupos que el sábado, donde estarían los cabezas de cartel. Y digo esto porque, en la última edición celebrada, se optó por hacer una fiesta de presentación en la noche del viernes, con grupos locales dedicados al vermú, y comenzando la jornada de conciertos del sábado desde primera hora de la tarde. En mi opinión, pienso que ha sido mejor decisión la de este verano, salvando así las horas de más fuego solar, para librarnos del calorazo de este verano tan abrasador.
En cuanto llegamos al recinto, mi compañero David fue testigo directo de algo que yo ya le había comentado varias veces: el magnífico trato a la prensa. Nos dieron pase para todo el recinto, permitiéndonos incluso dejar el coche en la explanada reservada para vehículos de la organización, y nada de tres temas en el foso, pues pudimos disfrutar de todo el tiempo que quisiéramos para hacer nuestra labor. Sin duda, puedo decir que de los cinco festivales que hemos cubierto este verano, el Abeja nos ha tratado como si fuéramos de su propia familia. Y el eslogan de “precios populares en barra” también está más que justificado, pues siendo este un festival solidario, también es justo con nuestros bolsillos, y sin duda es un rango de precios al que deberían mirar otros festivales para aprender a mejorar y a hacer mejor la labor de cuidar al consumidor.
Ambiente
Ahora, vamos a centrarnos en lo que suele ocupar más la atención del público: las bandas. La apertura de puertas estaba prevista para las 20:15, y aunque ya no hiciese tanto calor como al principio de la tarde, se notaba que la gente estaba rezagada, pues apenas había público. Por problemas técnicos, Mosh no pudo iniciar su concierto hasta una hora más tarde de lo que tenían preparado, porque una avería se había llevado por delante los altavoces monitores que usan para tocar.
Esto no impidió que salieran con toda la energía, sobre todo Iñaki, su frontman, que a los pocos minutos ya estaba empuñando el micro metido entre el público, y justo en ese momento, con el pogo en lo más álgido, el generador de gasolina falló y dejó a oscuras y en silencio el escenario, algo que duró apenas cinco minutos, para retomarlo donde se había quedado.
Apenas pudieron interpretar otro tema, y a las 21:10, volvió a marcharse la energía durante otros cinco minutos… por el mismo fallo del generador. Dio tiempo a escuchar “Con el agua al cuello”, sacado de su EP del 2014, y entonces llegó el susto. De repente vimos que todos los miembros desaparecían del escenario, se paraba la actuación, y entre la confusión, supimos minutos más tarde que Iñaki había tenido una desafortunada caída y se había roto un brazo.
Y eso que minutos antes él mismo nos había confesado que estuvieron a punto de cancelar el bolo por una lesión de Gorka en su espalda. Sin duda tuvieron que capear el temporal más difícil que se les podía presentar, desde aquí le mandamos mucho ánimo a Iñaki con su recuperación, y un fortísimo abrazo para todos estos navarros.
Mosh
Después de todas estas dificultades, el descanso entre bandas se alargó un poco más para centrarse en que el generador no volviese a dar problemas, y es por ello que no sabíamos si Aphonnic tocarían más tarde de lo que estaba previsto. Para despejar todas nuestras dudas, a las 10 en punto comenzó a sonar la habitual melodía de Saw en sus conciertos, y los cuatro rapaces galegos fueron haciendo acto de aparición en las tablas.
Esta vez sí, “Amarga despedida” entró en el set list, para mi gozo, seguida por “Indomables” y “Dulce de leche”, mezclado extractos de sus tres últimos elepés, petándolo con “En globo” (el que fuera su sencillo del disco La Reina), y dejando para el tramo final una configuración muy centrada en Héroes e Indomables, representados perfectamente con “Fruta fresca”, “Ombligos”, “Mi capitán” o “Cunfía”, por lo que servidor no tuvo queja en el repaso. Acompañaron perfectamente el sonido y el público, ambos a un nivel muy alto, y ya con la noche caída sobre nosotros, quedó la sensación de que esta hora había volado.
Aphonnic
Mala Reputación eran los próximos en la programación, y alejándose un poco de su franja reservada, no fue hasta las 12 en punto cuando pudimos ver cómo los focos les concedían el protagonismo del escenario. Los cuatro asturianos procedentes de Cangas de Onís no se dejaron casi nada fuera de lo más representativo como banda, desde que partieron en su periplo en el 95.
Abriendo con “Alambre” su single del 2021, fueron desgranando muchos de sus álbumes, como A por ellos con “Para que jueguen los gatos”, La belleza con “Océano y lluvia”, Carácter con “Polvo en el viento”, o Buenas noches con “Gritar”. Dejaron para el tramo final “La hoguera”, también del 2020, con otras más clásicas, como “Benditos fuegos” y “Abriendo camino”, entre las que protagonizaron un solo de guitarra de David con unos pocos acordes, para caldear al público, y una grandísima división del abundante público, formando un wall of death, como si fuéramos mareas, para despedir su directo, presidido por una acústica tremenda que nos dejó un sonido muy nítido.
Mala Reputación
Con la noche bien caída, llegó el turno de Censurados, que pusieron la nota relativamente tranquila a una noche que estaba dando mucho protagonismo al metal y al punk. Su estilo, más rockero, define a los madrileños que ocupaban el escenario en estos momentos llevan más de 20 años metidos en los estudios de grabación, y también nos querían enseñar algo de su último sencillo, lanzado en este mismo año.
Los relojes rozaban las 2 y media de la madrugada cuando recogieron todo su bagaje y dejaron el escenario, dejando que el frío de la noche salmantina nos fuera cayendo como un manto, porque hay que reconocer que estando a las faldas de la montaña, incluso en agosto puede hacer falta una chaqueta.
Censurados
Los últimos integrantes del cartel del viernes se vieron empujados un poco más tarde en los horarios, con los imprevistos que hubo, y es que Free City iban a dejarnos caer toda su energía casi una hora más tarde de lo que estaba estipulado, algo que parece que no les importó a la mayoría de los que se quedaron a verles, con apenas mucha disminución en la cantidad del público asistente.
Dieron un gran repaso a su último larga duración, el mismo que también les ha llevado de gira por unas cuantas salas, y no pudieron quedarse fuera de ese repaso temas como “Autoestigma”, “La llama”, “Fantasmas”, “Frágil”, o por supuesto, “Enemigos del destino”, de sus letras más conocidas. También hubo hueco para algunos sencillos, sobre todo dos de ellos que cuentan con colaboraciones de Desakato (“Experimento esclavo”), y de los Celtas Cortos (“Noches sin dormir”), aunque como es obvio, no compartieron escenario con ellos. El movimiento se dejó patente en el creciente número de pogos, tanto en tamaño como en cantidad, pues cada uno era más grande que el anterior, y todos sin parar. Para el final, se dejó “Serpientes”, en el que Peib finalmente se quitó la camiseta, algo que pensábamos que no iba a ocurrir por el frío que ya nos estaba encogiendo hasta la piel.
Con las agujas de los relojes posadas más allá de las 4 de la madrugada, fuimos dejando el recinto entre el sueño y el cansancio, listos para descansar, porque lo que iba a llegar el sábado ya se merecía tenernos bien preparados. Mañana más, nos vemos por estas líneas.