Diez meses después de que Robe presentara en Valladolid su gira Mayéutica volvía el músico y su banda a la capital vallisoletana, todavía de resaca tras terminar sus fiestas patronales, escogiendo un recinto más grande, quizás por eso de que ahora si las restricciones de la maldita pandemia se han terminado, pero con una propuesta en lo musical y en escenografía, muy similar.
Y es que no son tantas las cosas que han cambiado en este periodo de tiempo (juro que las fotos no son las mismas y que Iniesta cambió de color de camisa, aunque no de modelo), salvo el nombre de la gira, bautizada como "Ahora es cuando" y un par de canciones nuevas que al parecer formarán parte de un nuevo próximo trabajo, que se grabará una vez terminada la turné.
Concierto en dos actos, con el consabido (y excesivamente largo) intermedio mediante. Una primera basada en los temas de su repertorio en solitario, con algún escarceo pretérito. La interpretación íntegra del grandilocuente Mayéutica, para muchos (lo siento, no hablo de mi) tótem absoluto de la historia del rock en español de las últimas décadas. Y un final de los de dejar a todo el mundo satisfecho mediante un viaje al pasado más exitoso con "A Fuego", "La Vereda de la Puerta de Atrás" y "Ama, Ama, Ama y Ensancha al Alma" con los que, de no haber vivido los últimos veinte años como anacoreta en un poblado perdido del Nepal, vas a cantar de principio a fin.
Robe
Todo ello, y eso es una verdad absoluta, con la mejor banda que ha tenido el músico extremeño en su trayectoria. Pulcros, académicos, perfectamente engrasados y ocupando cada uno su lugar exacto en la escenografía. Trabajando al servicio de las canciones, (es de agradecer), y enriqueciendo de detalles y arreglos unas composiciones diseñadas para escuchar más que para bailar o alzar el vaso.
Hasta aquí el trazo gordo, lo que pasó, que imagino que si eres seguidor de Robe no te llevará a sorpresa ya que la gira ha sido larga y exitosa, además de profusamente documentada por cada web, revista, blog y tablón de anuncios en comunidades de vecino (rockeras por supuesto y un poco progres) de la geografía. En esta misma casa puedes leer varias y estupendas crónicas de lo que acontece en sus casi tres horas de concierto.
Por lo que si me permitís (la única elección que os queda a partir de aquí es dejar de leer), quería compartir un par de reflexiones que me vivieron a la cabeza mientras se desarrollaban los acontecimientos.
Robe
A los que la edad nos delata, y conocimos de primeras a Robe y Salo en aquel incendiario video emitido por Plastic en la tele (1990), y seguimos sus andanzas, éxitos y miserias (que también tuvo unas cuantas) en docenas de conciertos durante varios lustros, (yo me bajé del barco de los muy fieles en el 97 tras la gira de Agila). Creo nos llama la atención que a diferencia de muchos de sus coetáneos, Fito aparte, Iniesta a sus 60 tacos, ha logrado el cambio generacional en su audiencia (olé sus huevos porque esto es casi una excepción), y su público va más por los cuarentaytantos, que por los de los cincuenta (no nos llevemos a engaños, esa es la media en los bolos de las grandes vedettes rockeras y la del público que siguió a los Extremo en su primera época), y no solo los ha sustituido en edad sino también en el nivel de atención y gustos. Ha logrado un público que le escucha.
Que no le jalea en exceso a nivel afición futboléra (Drooooogas, Evaríiiiiiisto....ya me entendéis) y que aprecia el gesto suave por encima del más manido. Que acuden en cantidad a un concierto donde no hay protagonismo más allá de las canciones (una banda casi inmóvil, un escenario austero para este tipo de producciones), y donde la música nueva, cuanto más mejor, es la protagonista (lo de los bises es casi una obligación). Yo lo he intentado, lo juro, por dos veces en esta gira, y no me engancha pero entiendo a los que lo hace. Los argumentos son irrefutables y meritorios, tienen razón ellos. Pero los que hemos visto lo que hemos visto en tiempos pretéritos con Extremoduro, nos resulta algo extraño todo esto, como si fuera otra banda, no sé, como si ese hombre enjuto, inmóvil, casi inexpresivo en el gesto no fuera quien nos desgañitó con "Estado Policial", "De Acero" o "Perro Callejero".
Al final el cabeza loca nos ha enseñado que tenía razón, que el canto a la rebelión en un sexagenario se hace de otra manera, desde un sentimiento profundo... ni yo le reconozco a él y él me reconocería si me conociera, no sé si me he explicado o como os he escrito antes, la edad me delata.