El nombre del Baix Llobregat ha copado muchas páginas y horas de radio en las últimas semanas, con “Que pasa nen” de Alizzz, reivindicando las raíces del extrarradio. Y es que grandes bandas y músicos como Estopa, Rosalía, Chanel o Love of Lesbian representan a la perfección el talento que se concentra en la periferia. No obstante, el título del exitoso cantante catalán obvia la importancia de bandas como Arpaviejas a un género como es el del punk español. Los del Prat del Llobregat se han convertido, a base de grandes canciones y letras, en una banda icónica en la escena de nuestro país.

En lo que ya es una gran plaza para Arpaviejas, los del Prat dieron un gran recital en Madrid, en la Sala Independance. Ubicada en la siempre concurrida Calle Atocha, los atuendos más habituales fueron sustituidos por una estética en particular. A partir de las 19:00 de la tarde, una horda de crestas, chalecos de cuero y tachuelas inundaron el espacio ocupado en otros momentos del día por polos, camisas planchadas y peinados normativos. Deseosos de una tarde de punk, los llobregatenses daban inicio a una noche frenética, en la que, lo mínimo, sería ver a jóvenes y no tan jóvenes moverse al rampante ritmo de la banda.

Y así fue. Con un aforo aproximadamente de 400 personas, los Arpaviejas tardaron menos de 5 minutos en atraer, como encantadores de serpientes, a los aficionados del grupo punk. En un concierto que duraría sobre la hora, la elección del grupo pratense para empezar sería una declaración de intenciones. Con “El Mesías”, Junior y los demás integrantes daban claridad del tipo de evento del que seríamos partícipes. Antes de que terminara la canción, el grupo tímido de oyentes se había transformado en una ola de gritos pidiendo más. En el que era el primer concierto de la banda que acudía, pronto me daría cuenta la importancia y el calado que han tenido los Arpaviejas dentro del mundo punk.

Al igual que en sus discos de estudio, los del Prat hacían a la perfección su mejor virtud: conseguir canalizar la rabia y la ira a través de sus notas. Junior, vocalista y cara visible del grupo, fue el encargado de interactuar con un público entregado, por completo, a los pratenses. Con un repertorio que comprendía las mejores canciones de los álbumes así como sus últimos lanzamientos, “Jaula” marcó uno de los grandes puntos de su actuación. Al unísono, toda la gente congregada en la Sala Independance soltó un rugido de guerra, preparados para ir al choque y disfrutar de una de las canciones insignias de Arpaviejas.

Sorprendido por la cantidad de gente que estaba a mis espaldas, no fue hasta que subí al escenario a fotografíar a la banda que no pude ser consciente de la gente que se reunió para ver a Arpaviejas. Con varios grupos de chicos agolpados a la base del escenario, la marabunta de amantes del punk se extendía hasta el final de la sala. Unos gritos, los de los asistentes, que no podían con los altavoces resonando las duras notas de las guitarras y las letras, llenas de rabia y realidad, de la banda.

Una hora que, sin duda, se me quedó corta. La sucesión de canciones, y la energía que desprendían los instrumentos construyeron un escenario que no quería que terminara. Siendo uno de los primeros grupos con los que conocí el punk, no hubo mejor colofón final que Ahora Me Importa Una Mierda. Arpaviejas decidió finalizar su evento con la que se ha convertido en un himno del grupo y del género. Más de 3 minutos que se convirtieron en una explosión de choques, gritos y un gran aplauso final.

Tras el final del primer concierto, un pequeño interludio separaba ambas actuaciones. Menos versado en este icónico grupo, pude conocer la importancia de Animales Muertos en poco menos de 2 minutos. Los zaragozanos, que están preparando su segundo álbum tras su debut en 1995, ofrecieron un show que bien valía el precio de la entrada. Después del nivel mostrado por los Arpaviejas, los maños no serían menos.

Una reivindicación del mejor punk, con canciones ya convertidas en iconos como Animales Muertos, canción que comparte nombre con el álbum y el grupo, “Lakra Social” o “Más Speed”, la gente parecía ansiosa por escuchar al grupo radicado en Zaragoza. Un evento, menor a la hora de duración, que levantó a cada canción los gritos, saltos y bailes de los allí presentes, expectantes de escuchar el siguiente tema que tuvieran preparado para el concierto.

Ya al final de la segunda actuación, la sala se vació con la misma presteza con la que se llenó. Con la adrenalina a tope, cientos de personas volvían a la calle, en una noche de sábado que no había hecho más que empezar. Por mi parte, pude conversar durante unos minutos con Víctor, uno de los integrantes de Arpaviejas. Una charla en la que pude darme cuenta de la normalidad de estos músicos que, lejos de buscar fama, dinero o reconocimiento, se dedican puramente por el amor a la música.