Cuando en pandemia preguntaron a Kutxi Romero si Marea adaptaría su formato a las condiciones restrictivas que por entonces regían los espectáculos, el de Berriozar afirmó severamente que ellos no tocarían hasta que pudiéramos chuparnos los sudores sin temor a una muerte inminente.
Después de una larga espera, la formación navarra arrancó el pasado trece de mayo en Barcelona la gira Sin Riendas con el objetivo tanto de presentar en directo su último trabajo de larga duración “Los Potros del Tiempo” como de conmemorar el vigésimo quinto aniversario de la formación de una banda que resulta imprescindible en el panorama rockero actual.
Tras los éxitos cosechados en Barcelona, Valencia y Torrelavega, la gira hizo un alto el pasado sábado 3 de junio en el auditorio Miguel Ríos de la localidad madrileña de Rivas Vaciamadrid.
Posiblemente, nunca antes en la historia reciente de este municipio tanta gente había estado pendiente de la previsión meteorológica, pues ya desde hacía unos días los pronósticos auguraban en torno al noventa por ciento de probabilidad de lluvia y aunque el cielo amaneció despejado, a primera hora de la tarde ya era perceptible cierto olor a humedad. Circunstancia del todo ignorada por los centenares de fans de Marea que varias horas antes de la apertura de puertas empezaban a darse cita en las inmediaciones del recinto creándose así un ambiente festivo propio de los grandes eventos musicales.
Marea
Para este concierto se habían vendido en torno a 28.000 entradas, superando así el récord anterior de 22.000 espectadores en el WiZink Center durante la gira de El Azogue; pero a pesar de la gran afluencia de público, los accesos al recinto se realizaron de forma ordenada y eficiente y no se registraron incidentes reseñables durante la noche.
Los compañeros de viaje elegidos para esta gira han sido sus paisanos Bocanada, con quienes además de código postal comparten lazos de sangre, pues su cantante Martín y su guitarrista Juanito son hermano y primo de Kutxi respectivamente y a los que ya pudimos ver el año pasado en la sala Rockville de Madrid durante su “vueltica” de presentación de “Ahora que los leones duermen”. Pero en un evento de esta magnitud siempre hay algo que sale mal por mucho empeño que se ponga, y en este caso una confusión en la citación a la prensa hizo que todos los fotógrafos y fotógrafas acreditados no pudieran acceder al recinto perdiéndonos así un concierto que, según una compañera del medio que había asistido como espectadora, superó todas las expectativas e hizo las delicias de los seguidores de la banda desde el primer acorde hasta el último baquetazo y que terminó con Martín en manos, literalmente, de su público. Desde aquí pedimos disculpas a los seguidores y seguidoras de la formación y aseguramos que antes de que acabe la gira os narraremos con todo detalle, al menos, una de sus actuaciones.
Tras el oportuno cambio de cacharraje, Marea arrancó con los acordes de “Otra cicatriz”, “Más me duele a mí” y “La grillera”, todos pertenecientes al último álbum y durante los que la lluvia se hizo algo más presente, para seguidamente comenzar a apaciguarse a ritmo de “Mierda y cuchara” que fue quizá la primera canción cantada multitudinariamente, pues aunque una parte importante del público venía con los deberes hechos, aun queda quien no se ha estudiado lo suficiente el nuevo material.
“El temblor” y “Manuela Canta Saetas” cerraron esta trío de clásicos para dar paso a “El más sucio de los nombres” y “Se acaba el baile”, también extraídos de Los Potros del Tiempo; disco que parece haber conquistado el corazón tanto de los seguidores históricos de la banda como de las nuevas incorporaciones a su inescrutable ejército de fans.
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Momento entonces para el primer invitado de la noche, que no podía ser otro que Aarón Romero, vástago del bandolero de Berriozar; quien colaboró en “Corazón de mimbre” aportando un muy particular toque a la canción haciéndola, si cabe, aún más sentida y visceral.
Después de una interpretación de “Que se joda el viento” que hizo saltar a todo el recinto de manera hipnóticamente armoniosa, la banda retomó el disco que estaba siendo presentado con “Ceniciento” y “Buena muerte”; tras los que Kutxi abandonó el escenario para administrar sus redes sociales y ceder la voz principal a Piñas quien, como es habitual, cantó “Trasegando” -primera canción de la historia de la banda- y “Alfileres”.
Y fue entonces cuando el maestro Kolibrí Díaz, con la reverencia y devoción de quien sostiene el santo grial, sacó al escenario la mítica guitarra de Boni, fallecido en enero de 2021 y a quien se rindió un sentido tributo interpretando en directo la versión de “El trompo” que fue grabada para el disco homenaje a la inconfundible voz de Barricada y que ha sido editada recientemente en vinilo de siete pulgadas.
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Llegados a este punto quedaban cuatro temas del nuevo disco por presentar, incluyendo una colaboración de Albertucho en “Nuestra fosa” y fueron intercalados con los clásicos “La Rueca”, “La luna me sabe a poco”, “En tu agujero” y “Como los trileros”, que contó con la participación de Martín Romero, cantante de Bocanada, hermano de Kutxi y gran aficionado a desgarrar camisetas allá por donde va.
Y llegó el inevitable “nos vamos”, pero como todos sabíamos que era dramatizado, tampoco se hicieron mucho de rogar y no tardaron en salir de nuevo al escenario acompañados por Luter, quien se marcó una maravillosa colaboración en “Jindama” que ya habíamos podido ver durante la gira de El Azogue, pero que siempre resulta emocionante.
Y cómo no, “El perro verde” y “Marea” pusieron punto final a una noche mágica en la que la formación navarra se reencontró con Madrid fundiéndose en un solo ser con las veintiocho mil personas que dejaron allí para siempre un pedacito de alma y que fueron lentamente abandonando el auditorio entre sentimientos de euforia por lo vivido y de nostalgia por lo acabado, pero sabedores de que habían sido testigo y parte de un hito dentro de la historia del rock.