Se conjuraron los astros y al fin el día, varias veces pospuesto, encontró su lugar y su momento. El concierto de Joe Satriani en Barcelona, dentro de su gira Earth Tour, fue una experiencia musical sin precedentes. La espera valió la pena (y tanto que la valió) ya que Satriani y su banda ofrecieron una actuación memorable que dejó al público completamente extasiado. Arrebatados por la magia que se desprende de esas cuerdas eléctricamente vibrantes como pocas.
Desde el momento en que las luces se atenuaron y resonaron los primeros acordes de guitarra, se podía sentir la electricidad en el aire. Una carga positiva que consigue conquistar hasta el último rincón de la sala. Satriani, con su sempiterna Ibanez entre las manos, se convirtió en el maestro de ceremonias de una noche llena de virtuosismo y pasión desenfrenada, su habilidad para crear melodías cautivadoras y ejecutar solos frenéticos parece no tener fondo. Cada nota, cada riff y cada bend de cuerda resonaban simplemente de forma sobrecogedora, sobrenatural... Estratosférica, en todos los sentidos.
Joe Satriani
Un setlist, donde el maestro de maestros incluyó una selección de canciones de su último disco. Temas como Nineteen Eighty, con la que rompió el silencio, o The Elephants of Mars, que da título al álbum, para continuar como abrebocas. Así como clásicos de discos anteriores, que han dejado huella en la historia del rock, Flyingn in a Blue Dream, Ice 9 o la tremenda Thunder High on The Mountain. La noche nos sacudía gratamente con un ritmo constante de felicidad irradiada desde el escenario.
Continuó así hasta alcanzar un poco de calma con el tema Faceless. Ese remanso sonoro no sería más que un espejismo pues, acto seguido, los decibelios impusieron de nuevo el orden natural del directo con Cristal Planet y Summer Song, para dar por finiquitado con broche de oro la primera parte del concierto. Una pausa de unos 20 minutos, que realmente se me hizo eterna, terminó con un solo de batería de unos 10 minutos a un nivel prohibitivo para la mayoría de los mortales.
Joe Satriani
Kenny Aronoff no es uno que pasaba por allí, solo hay que ver su trayectoria, y eso solo viene certificar su gran nivel donde baquetazo a baquetazo te acelera los latidos del corazón. Técnica y emocionantemente impecable, para dar paso a la segunda parte de show.
El fin aún estaba lejos, aunque ya se mediaba el evento. Esta segunda parte no desmerece a la primera en intensidad. Temas como Energy, Shapeshifting, Ali Farka Dick Dale An Alien and Mee, te llevan en volandas a maravillosos paraísos sonoros artificiales. Sus dedos vuelan sobre las cuerdas de la guitarra con una destreza y precisión asombrosas. Su dominio de las técnicas y su capacidad para expresar emociones, a través de la guitarra, nos dejan sin aliento. Cada solo, y no hubo pocos, era un viaje al infinito. Una explosión de creatividad y genialidad musical marca de la casa.
Joe Satriani
Satrini demuestra, en cada composición, que la voz es una tormenta imaginaria en tu cabeza y allí se desvanece. El final de la segunda parte vino tras la aclamada e inconfundible Satch Boogie. Las palabras se me hacen inútiles para definirla.
Ahora sí, y como todo en esta vida lo que comienza tiene que terminar, el bis será como un uróboro y nos llevará al principio de todo. Crowd Chant y, la inconmensurable y épica, Surfing with the Alien son las dos últimas en sonar, dejando una estela difícil de olvidar.
Satriani es un animal de escenario y junto a una banda suprema demostraron solidez y una química excepcionales, que se transmitieron por la sala a una velocidad endiablada. Con un sonido impecable, permitiendo que cada detalle y cada matiz musical fueran apreciados con claridad. La contundencia del rock eléctrico nos envolvió a todos en una vorágine de emociones. La fusión de las habilidades técnicas de Satriani y la entrega sin límites de la banda crean una sinfonía de sonidos que resonará en la memoria de todos los asistentes, diría que casi de forma perenne.
En definitiva, fue un concierto pantagruélico. Una muestra de virtuosismo, pasión y saber hacer de alto octanaje. La música se convirtió en una fuerza imparable que trascendió el tiempo y el espacio. Joe Satriani demostró por qué es considerado uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos, elevando su hacer con las seis cuerdas a niveles superlativos.