Con una puntualidad británica casi enfermiza el show empezaba a rodar. Pocas veces vi tanto músico en un escenario. Entre la famosa e icónica banda inglesa y la Orquestra Sinfònica del Vallés sumarian de 35 a 40 componentes prestos a dejar una actuación memorable y la única oportunidad de ver este formato es España. Esta exclusividad hacia aún más interesante este concierto que, no creo equivocarme mucho al decir, dejará huella en la memoria del tiempo de los asistentes.
El Sant Jordi es un lugar que cada vez me gusta más. Su forma, su buena acústica para este tipo de recintos y la facilidad para entrar y salir lo convierten en un recinto espectacular. En esta ocasión la pista fue ocupada con dos plateas de asientos. Nada de moverse por allí, todo muy ordenadito. No puedo decir que hubo lleno total, había varias gradas en los córneres donde apenas se llegaba a la docena de almas. El día elegido, un martes, y el precio elevado de las entradas justifican estas pequeñas calvas, incluso con el numeroso público foráneo de habla sajona.
The Who
Como decía, con una precisión horaria quirúrgica el concierto rompió el silencio con Overture. La emoción era palpable y la intensidad de los violines sacudió los cimientos de todo y de todos. Curioso ver a los antaño destructores de guitarras rodeados de violines, chelos, timbales y trompetas, sometidos entre una calma tensa y el inmenso poderío acústico sinfónico. La edad también hace su magia y cuando rozas lo octogenario imagino que ves las cosas de otra forma. No deja de ser cierto que de aquellos días solo quedan Roger Daltrey y Pete Townshend y que tampoco lucen ya atuendos mods, ni rizos rubios ni ademanes suicidas contra los instrumentos. El tiempo es capaz de modelarlo todo.
El concierto tuvo tres etapas. La primera con orquesta, donde sonaron temas como 1921, Amazing Journey, Pinball Wizarsd o Ball in Chain, de su álbum más operístico Tommy. Sin olvidar el televisivo tema Who Are You, rabiosamente estupenda y usado como sintonía de la serie CSI, que también encontró cabida en esta sección. La potencia de La Sinfònica atenuaba tanto el sonido de la banda que el único sonido que era perceptible fácilmente fue el de la batería comandada por Zak Starskey, a la sazón hijo de Ringo Starr, que mantuvo un nivel superlativo toda la noche.
The Who
Pasado este bloque la orquesta fue desfilando, como hormiguitas, para dejar en el escenario solo a los rockeros y dar paso a la segunda parte donde la electricidad sería la protagonista. Eso fue casi una hora después del comienzo, y con todo el escenario y atención solo para ellos, nos deleitaron con You Better You Bet, para ir abriendo boca, y seguir con The Seeker. En este tramo demostraron que la edad no es óbice para dar tralla y que el tiempo les ha tratado bien, incluidas las cuerdas vocales de Daltrey. La banda sonó potente y fibrosa, con un punto de rabia y con la valiosa fermentación de la infinita carrera que llevan a sus espaldas. No en balde se dice que sabe más el diablo por viejo que por diablo. Sin quitar ningún mérito a La Sinfònica - que a mí me gustó de sobremanera - fue esta parte la más genuina, la que generó más intensidad emocional. Continuaron con I Can See for Miles, Subtitute, Another Tricky Day y Won´t Get Fooled Again, con su maravillo sampleado de inicio y el intento de caída del pabellón por parte del entregadísimo respetable. Exageraciones aparte, fue uno de los momentos más intensos de la noche. Y para terminar este bloque tocaron Behind Blue Eyes con una acústica, un chelo y un violín... toda una delicia sonora.
Segundos después, ya que el concierto no tuvo parones ni pausas extensas, volvieron por su mismo camino, pero esta vez a la inversa, las hormiguitas de La Orquestra Sinfònica a ocupar sus puestos y seguir haciendo un concierto excelso, guiados por la batuta maestra de su director Xavier Puig. Esta tercera y última parte orquestada estuvo basada en Quadrophenia. Canciones como The Real Me, I´m One o 5:15 sonaron con el mismo esplendor que la primera parte.
The Who
Mención especial al tema The Rock, con una intensidad memorable, que nos dejó caer en Love, Reign O´er Me y, como colofón final, la inconmensurable Baba O´Riley. Con ese órgano inicial, icónico donde los haya, grabado en la memoria de varias generaciones amantes del rock.
El concierto termina con la seguridad de haber podido ver y disfrutar de unas leyendas. Ya venidas a menos, eso es cierto, pero con una gran suficiencia y una profesionalidad admirables. Con la certeza implícita de saber que sería la última vez que tocarían por aquí. Como dice el refrán, quien tuvo retuvo y eso bien podría medirse en la amplitud y brillo de las sonrisas de la gente ya en el camino de vuelta. Esa es también la demostración de que no hay efecto sin causa. Larga vida a The Who.