Sin apenas tiempo para procesar y digerir la explosión de emociones de la primera jornada de festival, nos plantamos en la segunda poco antes de las 20:00 para asistir al concierto de Tash Sultana, quien ya es una figura habitual dentro de la programación del Mad Cool y quien, aun compartiendo franja horaria con Sam Smith y Men I Trust, congregó a un importante número de seguidores y seguidoras para presenciar su show.

Tash, artista multidisciplinar que destaca por tocar con maestría varios instrumentos (bajo, guitarra, saxo, batería…) así como por sus aptitudes para la composición y la producción musical; salió al escenario con la sonrisa y la actitud de quien no solo se sabe triunfante antes de la batalla, sino de quien disfruta enormemente del trabajo que hace.

Igual que quien encanta serpientes o hace marchar ratones en fila de a uno, durante los primeros compases del concierto hechizó tanto a sus habituales como a quienes contemplábamos por primera vez su espectáculo y, una vez en su bolsillo los manejó a capricho con pegadizas melodías difíciles de clasificar (hay quien habla de indie pop, rock psicodélico, reagge… pero no existe consenso) y unos ritmos que hacían latir el corazón por simpatía y que obligaban a bailar hasta al personal de las barras. Todo esto acompañado de unos ágiles y presumiblemente muy estudiados desplazamientos por el escenario para ir tocando cada uno de los instrumentos, grabando y reproduciendo los correspondientes loops sobre los que posteriormente cantar con una voz que atrapa para no soltarte jamás.

Durante poco menos de una hora pudimos disfrutar de algunos de los temas más populares de su trayectoria, incluyendo “Mystik”, “Pretty Lady”, “Willow tree” (con banda) y cerrando con “Jungle”, que va camino del cuarto de millón de reproducciones en Spotify y que fue vivido como el último deseo de un condenado a muerte por la totalidad de los presentes.

Siguiente parada, Queens of the Stone Age, banda californiana formada en 1997 que resulta una suerte de crossover de varias formaciones de los noventa dando como resultado un sonido a caballo entre el hard rock y el rock alternativo, queriendo huir de la etiqueta de stoner rock, que muchos les atribuyen.

Tras una breve intro, el concierto comenzó con “No one knows”, segundo corte de su tercer álbum Songs for the deaf (2002) posiblemente la canción más conocida y con más éxito de la dilatada trayectoria de los de Palm Desert. Estadísticamente, cuando un boxeador sale a buscar el KO en el primer asalto, la consecuencia suele ser el desfondo y el desastre. Pero éste no fue el caso. No sólo fueron capaces de mantener el ritmo y la temperatura, sino que los fueron subiendo según avanzaba la noche.

“My God is the Sun”, “Smooth sailing” y “The way you used to do” terminaron de meter en situación a las decenas de miles de fans que se agolpaban frente al escenario 2 del recinto de Villaverde llegando hasta las barras centrales, que servían de frontera imaginaria con los escenarios 3 y 4; y haciendo que empezara a percibirse una sensación de agobio por falta de espacio que hasta entonces no se había hecho presente y que ya no desaparecería hasta después de finalizado el festival.

Durante alrededor de una hora repasó lo mejorcito de su discografía, intercalando algunos temas de su último trabajo In Times New Roman… (2023) como “Paper Machete” o “Emotion sickness” con la sutileza y la elegancia de quien le esconde la pastilla al perro dentro de una golosina -entiéndase en el sentido de que las personas que acuden a un festival suelen preferir los clásicos de un grupo en lugar de sus canciones nuevas; pero nunca de manera peyorativa-

“Go with the Flow” y “Song for the dead” pusieron fin a una actuación disfrutada por todos, pero de alguna manera desmerecida por un sonido que no terminó de estar a la altura ni de la banda ni de su público, como ya ocurriera el día anterior con The Offspring.

Para terminar con el viernes nos fuimos a ver a Kaleo, formación islandesa de cinco miembros con algo más de diez años de trayectoria y tres álbumes de estudio con un estilo claramente influenciado por el rock clásico, el blues y el folk, delatando de alguna manera el haber crecido escuchando los discos de una generación anterior.

“Hey Gringo”, del álbum Surface Sounds (2021) fue la pieza elegida para abrir un concierto que había juntado a partes casi iguales a incondicionales de la formación y a amantes del rock atraídos por la visita a España de una banda de la que mucha gente habla pero a la que pocos habían tenido oportunidad de ver en directo.

Tanto la música como el ambiente retrotraían varias décadas atrás para disfrute de los nostálgicos de otro tiempo en el que la industria de la música resultaba ser muy distinta y en el que las grandes figuras del rock arrastraban hordas de seguidores a lo largo de miles de kilómetros durante sus giras. Por momentos, el escenario 3 del recinto supuso una suerte de cápsula del tiempo en la que sus integrantes volvieron a moverse al ritmo de una percusión y unas melodías que sólo existen ya en la memoria de los más veteranos, pero que han sobrevivido hasta hoy gracias a grupos como éste.

Con “No Good”, canción que recibió una nominación a los Grammy en 2017 llegamos al ecuador de un show que no sólo no estaba defraudando, sino que atraía cada vez a más público y que continuó con “Skinny” y “Way down we go” para terminar con “Hot blood” y “Rock n´roller” haciendo que el público estallara en un interminable aplauso mientras los islandeses se despedían de Madrid, esperemos que no por mucho tiempo.