Dos días superados, y nos quedaban todavía otros dos, pero se seguía notando mucho entusiasmo y energía por parte de los asistentes, máxime teniendo en cuenta que hoy era el paso hacia el fin de semana, y eso se notaba también en la creciente cantidad de público. Como he dado una pequeña introducción los dos días anteriores, este también va a tener la suya correspondiente, pero en esta ocasión, hablando de la experiencia personal y profesional desde el prisma de prensa.
Y es que es algo que llevamos ya comentando en las dos ediciones que hemos colaborado Insonoro con Bring The Noise, que sería muy de agradecer un trato más cuidado o cercano con nosotros por parte de la organización, los que elaboramos las crónicas, en el sentido de que todavía se podría mejorar más el espacio destinado a descansar y trabajar los medios de prensa, donde también se deja reposando el equipo. Esto es algo que se traduce en una posibilidad de riesgo de robo (ha habido casos en otros festivales, en los que se ha denunciado la desaparición de material fotográfico por valor de muchos miles de euros), y que la otra opción que se presenta es cargar durante todas esas horas de festival con una mochila que fácilmente supera los 3 ó 4 kilos de peso.
Es un detalle por parte de la organización que disponga de un lugar para la prensa (hay festivales que no nos facilitan nada, ni siquiera una sala o cuarto), pero ya puestos, serían muy de agradecer unas taquillas o alguna nevera con refrescos o agua fría, ya que las jornadas en los fosos y en los escenarios pueden llegar a ser agotadoras y hasta asfixiantes con el calor del verano, y todas las horas que se acumulan, que pueden llegar fácilmente de las 8 a las 12 diarias. Dicho todo esto, pasaré directamente a hablar de lo que también hemos venido a hacer, presenciar y desgranar conciertos.
Ambiente
Empezamos el viernes atendiendo un rato a los gallegos de Dismal en el escenario Ritual, que poco antes de las seis de la tarde, comenzaban su protagonismo escénico. Aprovechando su reunificación y reunión tras casi 15 años sin tocar juntos, estos rapaces de Pontevedra aprovecharon bien el intervalo sonoro, intercalando letras en castellano y en inglés, junto con temas antiguos y algo más recientes. No hubo mucho público, pero eso no les importó en absoluto para ponerse a punto y demostrar que, habiéndose fundado hace 30 años, todavía recuerdan cómo hacer bien su estilo.
Según dábamos una vuelta por el recinto, nos llamó poderosamente la atención el grupo que estaba tocando en el escenario Desert, y atraídos por la curiosidad, descubrimos una puesta en escena muy cuidada con unas ondas que nos evocaban al rock alternativo con notas de stoner, que yo me ocupé de escuchar con atención en lo que mi compañero sacaba unas instantáneas a este trío de Alicante. Con una voz femenina principal muy marcada que nos transmitía perfectamente la dureza de sus instrumentos, nos quedamos hasta que terminaron a las 18:15.
Dismal
En nuestro camino del Desert al boulevard, escuchamos de fondo el grupo que comenzaba en ese momento en el Chaos, y nos acercamos a curiosear. Con una estética oscura, gótica y marcada por el cuero, Ghostkid nos atraparon con un muy buen sonido, y bajo una agresiva lona negra resaltada con una afilada mandíbula blanca, se dejaron la energía durante ese rato, presentando el que hasta ahora es su único trabajo largo, llamado homónimamente al grupo.
En los poco más de 45 minutos que duró su directo, se ganaron ampliamente las tablas y los alrededores, pues el público se agolpaba y reunía, como viene siendo habitual en el Chaos, tanto dentro, como en los laterales, como al fondo.
Ghostkid
Para estrenarme en lo que va de día en el escenario Main, llegaba el que sería uno de los mayores bombazos del viernes, y es que Fever 333 había levantado mucha expectación desde que fueron anunciados. No es un grupo con mucha trayectoria ni discografía, pues con poco más de cinco años, y dos trabajos editados, uno de ellos largo y el otro corto, supieron cómo congregar al público, con el recinto lleno hasta la mitad, con la torre de sonido vigilando por toda la masa.
La hora que contuvo su nombre propio se convirtió en redonda, dando un espectáculo como pocos habrían sido capaces de adivinar, y pudimos ver desde la presencia de los Resukids sobre el escenario, como carreras de Jason, micrófono en mano, para llegar hasta el Pandemonium y seguir rasgando sus cuerdas vocales desde allí. Hasta hubo eclecticismo en sus estilos musicales, desde hardcore punk, al un metal, y por qué no, otro poco de rap metal, porque se atreven con todo. Los californianos dejaron bien calientes las tablas del escenario principal, y hasta hubo un puntazo como fue hacer sonar la versión de Song 2 de Blur, que quién no la conoce a estas alturas, ¿verdad?
Fever 333
Pese a la recomendación de unas amigas, no pudimos ver completo el concierto de Attila, es lo malo que tienen los solapes en la programación, pero sí que nos dimos por enterados de que era su primera vez tocando en el Resurrection, y se hizo notar lo arropados y bien acompañados que estaban por su público más fiel, pues todas las inmediaciones del escenario Chaos estaban a reventar. En el poco rato que pudimos estar, los guturales de Chris nos sorprendieron por su contundencia y su capacidad para sostenerlos, muy brutales, y como anécdota, la porción de pizza gigante (hinchable, no comestible) que se pasó volando por el público.
Attila
Para reponer un poco de energías de este doblete que nos marcamos entre el Main y el Chaos, decidimos descansar de los escenarios Ritual y Desert, para así poder centrarnos en uno de los nombres escritos con letras más grandes de cuantos estaban por llegar junto con la noche que se nos avecinaba. Desde que fueron anunciados en el cartel, Papa Roach contaron con mi presencia, indudablemente, pues es uno de esos grupos míticos del nu metal californiano, que comenzó a extender este estilo por todos los altavoces del mundo antes incluso del año 2000. De hecho, se popularizaron en aquella oleada tan mítica que lanzó por los aires a grupos con The Offspring, Sum41 o Blink182, por citar algunos de sus coetáneos.
Sinceramente, que sólo dispusieran de una hora para darlo todo me parecía un poco comprimido, pero lejos de que eso afectara a mis ánimos, abrí mi mente y mis oídos y me planté frente al escenario Main, para presenciar tan esperado encuentro (nunca antes les había visto en directo). Si bien es cierto que he perdido mucho la pista a los nuevos trabajos de Papa Roach, por si deriva hacia los arreglos electrónicos, confiaba ciegamente en que recuperasen todo su repertorio clásico, y vaya si fue así. El señor Shaddix, que ya peina casi 47 canas, salió como un torbellino dispuesto a arrasar, y demostró muy holgadamente que su banda está en plena forma, muy cohesionada y cargada para estos tiempos del siglo veintiuno.
Papa Roach
Su set list fue in crescendo, partiendo desde “Kill the noise”, pasando por “Help” o “Dead cells”, y dejando para el final los verdaderos temazos, que no fueron otros que “Between angels and insects”, “Scars” (con la última parte en español californiano), y por supuesto, la despedida con “Last resort”, uno de sus más extendidos temas y con el que quizás muchos les descubrimos, allá por los tiempos de la joven MTV.
Como momentos para el recuerdo, quedaron muchos: una versión a su manera de “Firestarter” de The Prodigy, con miles de saltos como coros; otra versión, esta vez “Lullaby” de The Cure; Wanna be love subido sobre un público entregadísimo que le llevaba donde Jacoby quería; el tema “Swerve” con el frontman de Fever 333 como compañero de tablas y con saxo; y muchos, muchos gritos del lema “Viva la cucaracha!!” Me despedí de este concierto con una de las sensaciones más satisfactorias que recuerdo en un festival.
Papa Roach
Los siguientes en desfilar por la ya aterrizada noche estrellada de Viveiro eran los suecos de Meshuggah, en el escenario Ritual, de quienes había oído hablar en no pocas ocasiones como una de las bandas de referencia en el death metal y en el metal extremo, y que tampoco había visto nunca en directo, así que no dudé en acercarme a explorar sus sonidos. Nada más llegar, mi compañero David me hizo eco de una polémica que acababa de ocurrir, y es que por decisión de la propia banda, sólo se permitían las fotos desde el foso en el quinto tema del set list, no como en el resto de conciertos, con acceso durante los tres primeros temas. Ante tal decisión de la banda, y el incorrecto detalle de no haber avisado en ningún momento a los profesionales de prensa, tanto David como otros tantos fotógrafos acreditados decidieron no hacer fotos en este concierto.
Obviando ese mal detalle, me centré en su puesta en escena y en su sonido, siendo muy sobrios, directos y profesionales, con un dominio total de los instrumentos en la hora que estuvieron conectados a los cables de línea, y con un listado contenido, pues muchos de sus temas se van fácilmente a los 8 o incluso 10 minutos de duración. Sus casi 40 años de experiencia en el mundo musical se hicieron notar con la afluencia de público, que si bien se hizo notar por todos aquellos que guardaban sitio para el cabeza de cartel, tampoco fue precisamente escaso.
Ambiente
El plato fuerte del viernes estaba a punto de ser servido, y antes siquiera de que acabasen los escandinavos anteriormente mencionados, fuimos lo más rápido que pudimos para coger un buen sitio y no perdernos ningún detalle del cabeza de cartel que más fuerte estaba sonando en el conjunto del festival. Slipknot ya habían protagonizado la azotea de otro año, concretamente, del 2019, en la que dieron un señor bolazo y dejaron el Resu patas arriba, así que la expectación era máxima de cara a este concierto.
A 15 minutos de la medianoche, un petardazo y el desprendimiento de la lona del escenario daban por iniciada la fiesta de las máscaras.
Si bien empezaron un poco flojos, en el sentido de temazos hablando, hicieron un repaso inicial a sus trabajos más recientes, para ir calentando motores sonoros, y lo que sí se demostró ampliamente es el buen estado en el que se encuentra su frontman, pues Corey Taylor demuestra seguir poseyendo una de las mejores voces a nivel mundial en lo que a guturales, desgarros y tonos melódicos se refiere, con un repertorio vocal que le lleva a recorrer todos los registros imaginables.
Slipknot
Tras el primer clásico atemporal como es “Psychosocial” (que David y yo parafraseamos a nuestro particular estribillo, “Soy de prensa, soy de prensa”), fue a partir de “The devil in I”, fueron sucediéndose cada vez más los fogonazos flamígeros, con una ola de calor tras cada uno que alcanzaba fácilmente hasta el Pandemonium, lo que nos hizo pensar en cómo lo estarían sufriendo/disfrutando las primeras filas.
Hubo hasta tiempo para practicar idiomas con el tema “The heretic anthem”, en el que Corey nos confesó que había estado estudiando castellano para poder dirigirse a su familia española, pues es lo que nos considera, parte de los suyos, en esta tercera visita personal que nos hace (una con Stone Sour, y dos como el que nos ocupa). Nosotros éramos su última fecha en la gira europea, y era un momento muy emotivo para él, pues lo habían petado allá donde habían ido, y era un honor encontrarse en Viveiro (y para mí también, pues he podido verles dos de dos, en el 2019 y en esta fecha).
Slipknot
Ya a partir de la segunda mitad del espectáculo, fueron cayendo las verdaderas razones de ser de la banda, con “Eyeless”, “Snuff”, “People = Shit”, o “Duality”, y ya cerca del final, por petición de Corey, todo el público se agachó para poder coger impulso hacia el salto que estaba por llegar. Lo que sea por este muchacho tan simpático y adorable de Iowa, que sabe cómo ganarnos. Sin embargo, no todo fue perfecto, pues terminaron su show cinco minutos antes (tampoco es reprochable, pues lo dieron todo durante casi una hora y media completa), y lo más sonado es que no interpretaron su tema “Before I forget”, que es posiblemente uno de los emblemas más importantes que tiene la banda; de hecho, tuvo tanta repercusión y alcance que fue uno de los temas más comentados en las redes sociales del festival, con chascarrillos y chanzas incluidas.
Con todas las fuerzas arrancadas y combustionadas, fuimos meciéndonos con la masa que abandonaba parsimoniosamente el recinto, por hoy ya habíamos consumido todo lo que teníamos en la reserva, y dimos por concluida la penúltima jornada del festival. Quedaba la de despedida, que no éramos conscientes ni capaces de alcanzar a prever todo lo que nos iba a deparar. Pero eso, en la siguiente entrada, dejemos algo para el final.