Si pienso en la música que sonaba mi infancia enseguida me vienen a la cabeza dos nombres: The Cranberries y Joaquín Sabina. Y es que en 1994 se alinearon los astros para que vieran la luz "No Need To Argue" y "Esta Boca Es Mía" y desde entonces no los abandonara. Quién iba a decir que…
Aquel niño, ahora más cerca de los 40 por fin no es que se quite la espinita, sino que por fin cumple con un sueño. Más vale tarde que nunca.
Uso con mucha frecuencia en las crónicas la expresión "es complicado" cuando voy a describir lo que me ha transmitido una actuación y como lo aparente se contradice con lo que he sentido. Y es que, sin paños calientes, Sabina está destrozado a muchos niveles, y sin embargo…
Supongo que lo hizo se podía denominar cantar. Como buenamente podía, con la banda adaptándose a él. Con movimiento el justo, casi todo el tiempo sobre un taburete. Pero a estas alturas, a Sabina le basta y sobra con estar.
Va a dar igual prácticamente que canción interprete y cómo lo haga, todo, absolutamente todo, le va a entrar, y desde luego así lo demostró el WiZink Center, con sus pinturas de fondo durante las piezas y recitando sus poesías entre ellas.
Cualquier otro artista tocando "19 días y 500 noches" no va a tener ni la mitad de impacto que él. Pero he escogido esta por decir una, porque podría cambiar el set entero y seguiría funcionando.
Ojo, que aunque él ya esté por encima de lo humano y lo divino en la música, la Banda Sabinera es impresionante. No puedo juzgar a anteriores componentes porque nunca los vi en directo, pero lo de Mara Barros es sobrenatural. |