Introducción, nudo y desenlace. Cuento que me gusta mucho Christina Rosenvinge mezclándolo con alguna tontería de que hace frío, empiezo a hablar de su show en Inverfest y finalizo con que todo muy bien, que habrá que repetir... Aunque a veces ya haya un patrón predefinido puede ser cogido, dado la vuelta, intercalado con otras cosas y aún así no sólo estar bien sino incluso mejor.
“Los Versos Sáficos” es un disco... Es un disco, eso lo tengo claro. Ecléctico, porque pasar de la electrónica al flamenco sin pestañear no puede ser tildado de otra forma. Y ahí me quedo. Todavía no sé qué me ha parecido tras fácilmente media docena de escuchas y la experiencia en directo es otra, como comparar un libro con una película, no se puede ni se debe hacer. En cualquier caso, tiene ese je ne sais quoi que hace que sepas que estás ante algo especial.
Christina Rosenvinge
No me cogió por sorpresa que Christina Rosenvinge decidiera interpretarlo entero, no sería la primera vez que lo hace en sus giras, pero por alguna razón mi mente estaba convencida de que iba a ser tocado de principio a fin, así que un poco a pie cambiado me cogió el inicio con “Canción del eco”, aunque en realidad tenía todo el sentido ya que sirvió como una perfecta introducción, ya que tras ella Christina dio un gran contexto de su conexión con la literatura clásica y ahora sí que sí, comenzaron “Los Versos Sáficos” con “Himno a Afrodita”. Convencido me hallaba de que este tenía que ser reproducido tal y como fue plasmado, pero evidentemente me equivoqué.
Y ahora esta canción y la otra... No quiero escribir una palabra más sin elogiar el trabajo de Amaia, Irene y Xerach, absolutamente abismales en todo lo que hicieron. Desde la ejecución con sus instrumentos, a unos coros que ponían la piel de gallina e incluso silbidos, porque escuchar así “Pajarita” fue una gozada.
Christina Rosenvinge
Esta actuación giraba entorno al ya mencionado varias veces disco, pero tanto es así que el resto del setlist también lo iba a hacer. Porque ella misma lo dijo, ha dedicado su carrera a escribir canciones a hombres que no se portan bien, pero era algo que ahora no tenía cabida, por lo que cada pieza aparte estaba escogida muy intencionadamente. No era coger sus temas famosos y meterlos por ahí, sino que tenían que ser unos muy concretos. Así sonaron “Ana y los pájaros”, “Mi vida bajo el agua” o “La flor entre la vía”.
Creo que durante 15 canciones tuve la boca abierta. Las palmas enrojecidas de tanto aplaudir. Las luces se encendieron tras una sobrecogedora “La tejedora”. Público puesto en pie aplaudiendo, pero algunos apresurándose recogiendo abrigos, pero Christina volvió, esta vez sola con su guitarra, para rematar con la número 16, “Muertos o algo mejor”, una pieza totalmente desconocida para mí, que si la había escuchado antes, sinceramente, no la recordaba. Éxtasis elevado a éxtasis.