No tengo ninguna duda. No valoramos a Hamlet en la medida que se merece. 27 años como banda, una trayectoria intachable en lo musical y en su ideario y aquí siguen. Sin dar comentarios innecesarios y sin sacar los pies del tiesto. Dedicándose a dar conciertos sólidos como piedras y a cerrar las bocas si alguien les da por caducos.

Confieso que llevaba unos años sin verles, concretamente desde 2019, y que el propósito de honrar en este "Revolu Insomnio Infierno Tour" su trilogía básica y poder disfrutar de semejante colección de clásicos ha sido lo que me empujó a Burgos.  Ysalí con la sensación de que no puede volver a pasar tanto tiempo para un próximo encuentro (cierto que la pandemia no ayudó en esto)

La Sala Andén 56 de Burgos congregó a unos 500 fieles, que curiosamente formaban un grupo bastante heterogéneo en edad teniendo en cuenta que los temas que sonaron esa noche se publicaron hace 25 años. Los presentes pudimos disfrutar de un muy buen sonido, algo aún más destacable cuando la banda que les precedió en el escenario sonó como batiburrillo de graves imposibles de diferenciar, y por contra, de un repertorio ligeramente recortado en temas (probablemente por cuestión de horarios), y de una nula visibilidad en el escenario.

Las luces de la sala eran simplemente patéticas y en ningún momento del show nadie del público pudo ver los rostros de los músicos. Imagino que a la técnico de la sala no la importará un día ir al cine y que la pantalla esté borrosa o ir al teatro y que los actores se encuentren a oscuras. De verdad, fue horroroso.

Y ni eso pudo arruinar la noche a los presentes. Con un escenario amplio y despejado de monitores y amplis, y las clásicas plataformas desde las que los protagonistas saltan y casi vuelan, nos descerrajaron un  repertorio repleto de clásicos de principio a fin.

La inicial "Denuncio a Dios" dejó todo claro. La banda está en un estado de forma impresionante. Paco a las baquetas no falló un golpe en toda la velada, manejó el doble pedal y los platos como pocos lo pueden hacer, fue uno de los triunfadores de la noche, y confeccionó junto a Alvaro Tenorio al bajo (¿se puede tocar tan fino y a la vez tan duro a la vez? la respuesta es sí) y Ken HC a la guitarra, el colchón donde Luis Tárraga, del que ya no quedan síntomas de su antigua lesión y que voló sobre el escenario con más fuerza que nunca, y a Molly a la voz, el ecosistema propicio para las canciones.

"Si no quieres caldo, toma dos tazas" decía mi abuela, enlazan con "Vivir es una Ilusión" y "Tortura-Visión" y ya nadie puede parar quieto. Aquí quiero poner en valor a Molly. La maestría con la que es capaz de combinar los segmentos de canción más melódicos y los más fuertes. La claridad con la que canta y como se entiende perfectamente todo lo que dice donde otros solo crean ruido, y por supuesto, su carácter como frontman que aglutina miradas sin hacer el mono por el escenario. Magistral.

Los clásicos no dejaban de sonar sin apenas interrupciones entre las canciones, "Dementes, Cobardes" (una de mis favoritas de siempre), "Creerse Dios", "Muérdesla", cuyo mensaje más de dos décadas después de haberse compuesto sigue en total vigencia, "Habitación 106", "Egoísmo" y por supuesto "El Color de los Pañuelos" un tema que siempre me ha alucinado con ese crescendo y una letra también construida.

Tras apenas una hora de concierto, que se pasó volando, abandonaron el escenario para volver con unos bises en los que sonaron otro de sus temas imprescindibles "Antes y Después", "Tu Medicina" y acabar con "J.F.", algo que a todos nos supo a poco.