Hay eventos musicales que trascienden lo propiamente sonoro para convertirse en mucho más, algo así como una terapia festiva, donde dejar atrás toda la mierda que nos envuelve en nuestro día a día y echar unas sonrisas, riéndonos de todo lo que nos rodea, por importante que esto pueda parecer y eso es lo que nos ofrecen los maños Los Gandules, que, este segundo sábado del mes de marzo, iban a visitar el Rock Beer The New de Santander.
Esta iba a ser la cuarta vez que disfrutaba del directo de este dúo, la última en la tristemente desaparecida sala Black Bird, cuyo responsable, Chena, era el encargado de acercarlos a este local, al que volvía solamente dos semanas después de mi anterior visita, en un ambiente fantástico y es que habían vendido todas las entradas unos días antes.
De hecho, tuve que mover unos hilos para poder acceder, ya que, por falta de previsión por mi parte, me había quedado sin mi entrada, pero al final pude acceder a la sala, donde todo estaba preparado para que aquello comenzará, con la gente llegando de manera escalonada y apurando los últimos tragos antes de disfrutar de este concierto.
Recordemos que este dúo, compuesto por Dun Gandul y Tobo Gandul, a las voces y guitarras, llevan en activo desde el 2002, habiendo publicado los discos “Sillonbol stars”, del 2002, “Sillonbol kings”, del 2004, “Sillonbol heroes”, del 2007, “Delicatessen live”, del 2008, “Sillonbol croquetas”, del 2009, “Fondo de armario stars”, del 2010, “Mañanas de petanca”, del 2012, “Tardes de merienda”, del 2014, “Noches de bingo”, del 2017, “Directo al sofá”, del 2018, y su último trabajo “Extravagancia”, de finales del 2021.
Solo pasaban unos pocos minutos de la hora fijada, cuando los dos protagonistas subieron al escenario con la intro de “Así habló Zaratustra” de Richard Strauss, disfrazados como sus alter egos, Die Scaphandra, con ese vestuario tan marinero, comenzando su andadura con “Desde luego no esperaba encontrarte embebido en la lectura de un periódico”, de su ópera prima, mientras no paraban de moverse, para irse a su obra del 2007 con la siempre esperada “Pienso, luego Egipto”, en la que acabaron confesando que prefieren los sudokus.
Los Gandules
Pasaron a su segundo disco con “Katastrophen”, al grito de todo roto y ese final aludiendo a Juan Jose Padilla, que a mí me hizo partirme de la risa, para continuar en ese formato con “Denominación de origen”, de su ópera prima, moviéndose compulsivamente, para unirla con esa breve pieza que incluyeron en su directo de hace 6 años, llamada “Blond Knallt”, cambiando la mención de Donald Trump por la de la tal Isabel Díaz Ayuso.
Sin dejar ese mismo disco del 2018, ahí también recogían “Instrumentalmusik”, en la que ellos, con sus voces, hacen los sonidos de los instrumentos, tras el que los músicos se fueron brevemente, mientras sonaba música de fondo, para regresar, ya con sus habituales pijamas y batas, y presentarse como Isabel Presley y Mario Vargas Llosa, pidiendo que apagasen la televisión que tenían enfrente y, así, no distraerse, antes de continuar, con “Fibra y vitamina C”, de su último trabajo y en donde ensalzan las virtudes del kiwi para combatir el escorbuto, animándonos a cantar con ellos.
Una de las grandes bazas de sus actuaciones son esas improvisaciones que hacen que la gente se meta más en el concierto, como cuando bromearon sobre el precio de las anchoas, agradeciendo a los padres la amplia presencia de niños en el local, para vacilar sobre Cabárceno, antes de continuar con sus temas con “Canas a punta pala”, de su obra del 2012, y que fue muy cantada, con algunas bromas sobre películas, como la referida al cine iraní.
Seguían buscando que la gente se picara, diciendo que Castro Urdiales es de Bilbao, para llevarnos a su disco del 2017, con ese siempre esperado “Pony (Equino de mis entretelas)”, un tema muy cantado y con ese grito tan característico cuando menciona la palabra gandul, recuperando su último plástico con “Parásitos y botes abombados”, mientras vacilaban en su introducción con la música más actual, una pieza muy movida y cantada por una concurrencia que estábamos disfrutando, mientras cantábamos y dábamos palmas.
Volvíamos con otro tema clásico como es “Remedios de la abuela”, de su obra de hace 14 años, muy coreado y tranquilo, con esos gritos cuando decían el nombre de la banda, vacilando sobre San Vicente de la Barquera y haciendo un comentario crítico y justificado sobre el sinvergüenza de Rubiales, pasando a bromear sobre si el sofá que les habían llevado era del Borgia, un club en las afueras de la ciudad, llamando a los presentes santanderinos medios por lo tranquilos que estábamos, para continuar con su autoproclamada balada, “De agujeros en montañas (La tuneladora)”, del mismo álbum, para la que nos comentaron si les habíamos preguntado a la montaña si le gustaba lo que le hacíamos, pidiendo y logrando la participación de dos asistentes, en ese momento de complicidad, en una pieza muy cantada y que siempre es muy esperada.
Los Gandules
De su disco de hace 7 años es “Vigilante nocturno de Chopin”, otro tema de esos que siempre es muy celebrado, con toda la gente cantando con el dúo, mientras seguían tomándonos el pelo con las anchoas, para pedir colaboración a la hora de tocar “Aquellos cachondos líderes del este”, de su obra de hace una década, para la que subieron dos niños, Diego y Miguel, y dos chicos disfrazados de plátanos, teniendo los cuatro que izar los carteles que tenían en el suelo y que reproducen fragmentos de la pieza, con Miguel que, por ser muy joven, casi no podía alzar dichas cartulinas, siendo un momento entrañable y vacilón al mismo tiempo.
Tras despedir a sus colaboradores entre bromas y agradecimientos, quisieron agradecer la participación del jovencísimo Miguel cantando “Mil migueles”, de su último trabajo, en donde siguieron buscando esa complicidad, improvisando sobre cosas de Cantabria, siendo unido con una pieza, otra que no puede faltar en su repertorio, como es “Si Gagarin llevara casco (La Nasa siempre lanza cohetes)”, de su tercer disco, una canción muy buena y movida, con ese “bien de puerro, bien” tan celebrado, animando a los niños de las primeras filas a hacer la croqueta, pero vacilando sobre que tuvieran cuidado que se les había hecho ver a Ana Obregón por allí.
Después de afirmar que los únicos que habían entendido el concepto de la banda era unos chicos que estaban sentados en un sofá ubicados a su izquierda o nuestra derecha, según se miré, continuaron su velada con otro tema de su tercer disco, “Obstetricia en Bucarest (Ginecólogo Rumano)”, en el que nos mostraron como hacer la coreografía, muy celebrado, siendo seguido por “Paté de pato”, de su ópera prima, otra breve pieza y que también contó con su particular movimiento.
Los Gandules
También nos enseñaron, con mucho detalle, como teníamos que acompañar el no menos conocido tema “Like a rolling stone”, de su más cercano en el tiempo disco del 2017, animándonos a acabar con el apellido de la insufrible presidenta de la comunidad de Madrid, para pasar a tocar la siempre esperada y coreada “Cuídame el gato”, de su segundo lanzamiento, en la cual introdujeron el “Falsos techos en febrero”, de su obra de hace 7 años, con seudo striptease de Tobo Gandul incluido, antes de concluir la anterior canción.
Nos avisaron de que el siguiente corte era el último, pero que si queríamos más igual salían, mientras Dun nos guiñaba el ojo de manera descarada e invitaban al escenario a su compañera Suzanne Vaga, que les estaba echando una mano en el puesto de merchán, con la cual interpretaron “Los funcionarios también lloran”, de su tercer trabajo, para lanzarse a tocar “La década apestosa mix”, haciendo un repaso a su trayectoria, comenzando con la divertida “Un par de Oscars os daba yo” y “Pan bimbo y circonita”, de su disco del 2017, para continuar con “Voy a pasar la ITV”, que ya estaba en su segundo lanzamiento, siguiendo con “Jamás tortures a los avestruces”, de su tercer plástico, antes de seguir con la no menos divertida “Si jugara 14 cartones”, de su trabajo de hace 12 años, para volver a 2017, en cuyo álbum estaban “Vienen los jíbaros” y “Aparta de mí ese gluten”, que nos hicieron divertirnos, para volver al 2012 con “Ciclista”, antes de regresar a su actual obra con “George Orwell invita a papada” y “El civismo de uno mismo”, muy animadas, aunque entre medio de ambas cayeron los clásicos “Aunque seamos donettes”, de su referencia del 2008, y “Barbillas brillantes”, de su segundo plástico, para enfilar la recta final con “El generador”, de su disco del 2010, la siempre esperada “Bajaus, ya hemos llegado a Cambrils”, de su álbum de hace dos décadas y concluyendo este mix con “Can peones”, de su más reciente lanzamiento.
Se fueron, pero nos dijeron que si queríamos que volviesen teníamos que gritar Bustamante, como así hicimos, saliendo, con vacile incluido, para tocar un tema nuevo llamado “Hijo de la luna”, un buen corte, en donde introdujeron alguna broma, para continuar con ese comienzo en que dicen eso de “toco fuerte y luego flojo”, poniendo cara de extasiados y que da entrada a la mítica y siempre coreada “Ese loco material”, de su trabajo de hace 14 años y que puso punto y final a la velada, con toda la gente dándolo todo.
Los Gandules
Con una outro de fondo, que sirvió para presentase y agradecer a su técnico de sonido y a Suzanne Vaga por echarlos una mano, concluía, tras casi una hora y tres cuartos de actuación, este concierto de Los Gandules, muy divertido y entretenido, haciéndonoslo pasar muy bien, con esas siempre originales e improvisadas ocurrencias, lo que provocó que toda su velada se nos pasará en un suspiro.
La verdad es que hay que tener mucha imaginación y buen gusto para hacer estas letras tan divertidas, siempre a partir de canciones que todos conocemos y que son de otros, como ellos mismos reconocen, pero a las que dan ese toque de humor, dejándonos unos temas que, en directo, todavía tienen más vida, ya que les van incluyendo aquellas cosas que se les van ocurriendo, bien sea sobre la región en la que tocan o sobre lo que están viendo en el local en el que actúan.
Sin duda, ver un concierto de Los Gandules es una gran experiencia, que todos y todas deberíamos experimentar tantas veces como podamos, ya que merece y mucho la pena; absolutamente recomendables en directo.
Después de saludar y despedirme de algunos de los allí presentes, me fui del Rock Beer The New, con el último disco de Los Gandules debajo del brazo, tras haber disfrutado de una gran velada con la citada banda, en un ambiente festivo y todo ello debido a estos dos músicos, que saben cómo hacer que olvidemos nuestros males y problemas en la puerta del local en el que tocan y reírnos con sus ocurrencias; gracias a la formación por hacer lo que hacen, que tiene mucho mérito, y a Chena, de Black Bird Producciones y Eventos, y a la sala Rock Beer The New por hacerlo posible. ¡Que vuelvan pronto!