El sábado 29 de junio se temía lo peor ya que desde hacía días se anunciaban lluvias, y fue salir hacia Hellfest y comenzar a llover. Pero algunas veces el diablo va y se pone de tu parte, y justo al poner un pie fuera del bus que trasladaba desde un aparcamiento hacia al recinto, paró. Eso sí, no sería la última vez que la veríamos.

El día comenzó en una zona diferente, el Valley, con Konvent y su metal extremo. Breve, muy breve show, apenas media hora, que me dejó con ganas de muchísimo más.

Temple fue mi siguiente destino para descubrir a Uuhai, una formación de folk de Mongolia, a priori en la onda de The Hu, aunque en lo personal me convencieron más que sus compatriotas. Su sonido lo encontré más divertido, como su show. Quizá el hecho de que este esté más occidentalizado jugó a su favor para mí. Sea como sea, uno de los descubrimientos del festival.

Descanso en el Temple para retomar con Hrafngrímr y su, según he visto la denominación, nordic folk. Quizá era el momento, quizá era otra cosa, pero no pude evitar aburrirme mucho. No le encontré la gracia en absoluto a su propuesta recogiendo elementos del folk escandinavo, ni incluso con el añadido de bailes y performances varias. Pasé de la mayor sorpresa a la mayor decepción.

Ya lo comenté, esta carpa era donde más “vida” hice, así que ahí seguí con Wayfarer. Me dejaron estupefacto. Mezclar black metal con pequeñas pinceladas de rock and roll y country me pareció un acierto sublime. Además, un gran saber hacer en el escenario, mostrando una intensidad comedida, que explotaba cuando tenía que hacerlo, que fue un plus añadido a su show.

Mi intención en un primer instante era abandonar la zona para ir a Valley y volver a ver a Brutus, formación que adoro, pero me pudo el querer dosificar fuerzas y aguanté en el mismo sitio para Skálmöld. Siempre efectivos y siempre entretenidísimos. Es un grupo que además siempre da mucho juego entre ellos ya que todos participan en lo vocal y nunca sabes por dónde te pueden salir. Mención aparte el juego con el público, sentado y “remando”. Además, junto con Babymetal, el concierto con más crowdsurfing de los que llegué a ver.

No sólo de carpas vive el hombre y decidí salir de ellas para dejarme caer por los principales.

A ver cómo explico yo lo siguiente. He adorado a Yngwie Malmsteen. Su música. De él, como persona, no es que haya escuchado nada bueno, pero no lo conozco de primera mano. A su vez tampoco lo había hecho de sus conciertos, y eso ahora sí lo puedo confirmar. Ya no es el hecho de que pueda resultar extremadamente pesado alargando todas sus partes, o metiendo juegos con la guitarra, incluso tocándola con el culo, que habrá a quien le haga gracia, es que el sonido fue pésimo. Completamente saturado, donde se le oía a él muy por encima del resto, siendo imposible seguir canciones tan míticas como “I'll See the Light Tonight” o “Heaven Tonight”. No hablo de decepción como con Hrafngrímr ya que aquí no esperaba gran cosa.

Y cambiando de lado, me reencontré con Extreme. Si bien es cierto que es una banda que con esta era la cuarta vez que la veo, y no de rebote, sino yendo a propósito, mis gustos no son exactamente los mismos, y para más inri la voz de Gary Cherone dejó mucho que desear. De hecho no llegué a completar el show.

Uno de los platos fuertes para mí se dio en el Valley. Siete años atrás, estaba yo descansando y una voz de sirena me atrajo y se convirtió en alguien que me ha acompañado musicalmente desde entonces: Chelsea Wolfe. Era imperdible. Su concierto fue simplemente la belleza hecha música. La lluvia comenzó a aparecer y de ahí ninguno decidimos movernos para resguardarnos. No se podía pestañear, no se podía dejar de prestar el 100% de atención. Todo ello sumando a Rikke Emilie List de Konvent para interpretar “Vex”. Probablemente para mí lo mejor de todo Hellfest.

Y llegó el turno de Bruce Dickinson. Así como considero que Iron Maiden tienen altibajos, el trabajo de Dickinson en solitario lo encuentro cuasi perfecto, y no es habitual poder verle sólo a él, así que ahí me lancé, yo y la lluvia, que fue en aumento.

Quien haya visto de cualquier forma Dickinson en un escenario, sabe que no puede parar quieto. De hecho los escenarios de Maiden suelen tener rampas que recorre constantemente, por lo que le veía ciertamente incómodo al no tenerlas. La lluvia hacía que no usara todo, aunque aún así sí hubo momentos en los que se puso al frente sin importar lo que se mojara. Y por supuesto, toca alabar su voz, infatigable y perfecta a pesar de la edad. Lo de entender el por qué dedicar unos minutos a tocar el theremín lo entenderé ya de cara a otra edición.

Para mí este día iba a ser redondo, empalmando a Chelsea Wolfe, Bruce Dickinson y Julie Christmas, pero con todo el dolor de mi corazón, debido a la lluvia, que caló a una de las personas que iba conmigo, tuve que recogerme antes de que la cosa fuera a peor. Irónicamente dejó de llover poco después.