Parece que tengo mala suerte con la Campa de la Magdalena, ya que, igual que el pasado año, cuando me acerqué por última vez, este sábado había sido un día caluroso, que nos había permitido disfrutar de la playa, pero, a medida que se acercaba la hora del concierto, se puso a llover como si no hubiera un mañana.

La ventaja de esto fue que, la zona donde iba a tener lugar la actuación a la que acudía, se vació rápidamente de coches. y, acercándome con mucha antelación, pude estacionar en el aparcamiento de la playa de El Camello, no como el día anterior, cuando me tuve que marchar a casa, sin poder ver el concierto al que iba a asistir, al ser imposible aparcar y es que, si en Santander, en verano, es muy difícil encontrar aparcamiento, en fiestas ya es una verdadera odisea.

¿Y qué concierto iba a ver este sábado? Pues ni más ni menos que a Robe, ese artista de Plasencia, al que todo el mundo de la música conoce por ser el líder de Extremoduro, pero que, ya hace una década, se decidió a lanzarse con esa nueva aventura con su propio nombre y en donde daba cabida a canciones que no entraban en el sonido habitual de Extremoduro.

He de confesar que mi relación con Extremoduro nunca ha sido la de un fan incondicional, pese a conocerlos en sus inicios y gustarme dichos discos, pero luego los he seguido de manera más intermitente, habiéndolos visto en directo solamente una vez, también en Santander, en el año 2008, y saliendo de dicha actuación con sentimientos encontrados.

Por este mismo motivo, he de reconocer que no presté mucha atención a los primeros discos en solitario del artista, pero a mi alrededor fueron animándome a escucharle y la verdad es que me encontré con unas canciones muy elaboradas y trabajadas, pero que, además, se te quedan y te enganchan con facilidad, a poco que lo escuches, por lo que decidí que era el momento de ver esta aventura en directo.

La banda está compuesta por Robe, voz y guitarra, Lorenzo González, voz y guitarra, Woody Amores, guitarra y coros, David Lerman, bajo, clarinete y coros, Carlitos Pérez, violín y coros, Álvaro Rodríguez Barroso, teclados, y Alber Fuentes, batería y coros, y su discografía está compuesta por los discos “Lo que aletea en nuestras cabezas”, del 2015, “Destrozares, canciones para el final de los tiempos”, del 2016, “Mayéutica”, del 2021, y su último “Se nos lleva el aire”, de finales del pasado 2023, sin olvidar su directo “Bienvenidos al temporal”, del 2018.

Por vez primera en muchos años me acerqué a un concierto sin cámara de fotos y es que no se permitía su entrada y tampoco se aconsejaba grabar con el móvil, y, una vez dentro del recinto, en donde tampoco se pudieron introducir paraguas, pese a lo que estaba lloviendo, pude ver que, a diferencia de lo que suele ser habitual en la mayoría de eventos que allí se desarrollan, no había zona Vip delante del escenario y si una división, no real, del, público entre zona marchosa a la izquierda y zona tranquila a la derecha, siempre desde la perspectiva del asistente. Por cierto, aquello estaba lleno, pese a la que estaba cayendo.

No paraba de llover y, para más problemas, el viento soplaba con algo de fuerza, teniendo que quitar los distintivos de las zonas antes mencionadas, retrasándose el comienzo de un concierto que estuvo en el aire, pero que, tal y como nos dijeron desde el escenario, iba a comenzar en cuanto desmontaran la pantalla del lado derecho, para evitar males mayores, ya que se balanceaba mucho.

Y justo cuando comienza el concierto, más o menos, media hora después de la hora fijada, paró de llover y ya no lo haría durante toda la velada, la cual comenzó con “Destrozares”, el tema que cierra su segundo disco, saliendo en primer lugar Robe en solitario, siendo luego arropado por el resto de los músicos, con ese inicio calmado, pero que luego fue cogiendo intensidad y potencia, dejándonos un corte que contó con un buen solo de guitarra y luego otro de violín, relajándose en su parte final.

Tras saludarnos y agradecernos nuestros aplausos, continuaron con ese “Adiós, cielo azul, llegó la tormenta”, de su último disco, el cual parecía una estampa de lo que ese día había ocurrido allí, un tema con fuerza y que sonó contundente y pegadizo, dejándonos un corte muy movido y muy cantado y en el que Carlitos y Woody dieron un paso adelante, pasando Robe a agradecernos el que hubiéramos acudido al evento y deseando que la noche se fuera relajando, siendo el turno de “Guerrero”, de su ópera prima, una pieza que fue iniciada por el sonido del violín y del saxo de manera muy calmada, pero luego cambiando ese ritmo, alternando sonidos más pausados con otros más intensos, para desembocar en un final tranquilo.

Turno de recuperar su actual disco con “Puntos suspensivos”, un corte que también comenzó de manera calmada, pero que enseguida fue cogiendo ritmo y fuerza, siendo un tema pegadizo y muy quedón, el cual contó con una buena presencia del violín, para volver a su ópera prima con “...Y rozar contigo”, una pieza que empezó con un tranquilo sonido de bajo, para, después, tener más fuerza e intensidad, dejándonos una canción muy movida y pegadiza, en la que también tuvimos un buen solo de guitarra,

No se olvidaron del mundo en el que todos estamos y dedicaron “Nana cruel”, también de su primer álbum, a todos los menores de las zonas con conflictos bélicos, especialmente a los de Gaza, un tema que empezó relajado, pero que fue cogiendo, más adelante, más fuerza, siendo un corte muy entrañable, con un buen solo de saxo y con toda la gente moviendo los brazos hacia los lados, continuando, sin dejar ese mismo disco, con la pieza que lo daba inicio, “Un suspiro acompasado”, que comenzaron con el sonido juguetón de la guitarra de Robe, acompañándole el violín y el saxo, de manera muy calmada, pero con intensidad, cogiendo, después, más fuerza, pese a mantener ese tempo calmado y con unos logrados coros finales.

Robe nos avisó de que iba a hacer un breve repaso a su grupo anterior, ósea a Extremoduro, comenzando este recorrido con  un fragmento de “Segundo movimiento: Lo de fuera”, de ese disco del 2008 llamado “La ley innata”, que, nos dijo, habla sobre el eje de la tierra, el cual comenzó calmado y con una buena presencia del bajo y del violín, mostrándonos un tema que fue muy cantado y que sonó pegadizo, para continuar con un breve interludio, en el que Robe jugueteaba con la guitarra, antes de seguir en el mismo álbum con “Coda flamenca (Otra realidad)”, la que lo cierra, una pieza que empezó calmada, teniendo un sonido muy tranquilo en su arranque, pero que, más adelante, fue cogiendo velocidad y potencia, dejándonos con un muy buen solo de guitarra.

Y sin dejar esa obra de hace 16 años, llegaba el momento del tema que lo abría, “Dulce introducción al caos”, un corte que empezó calmado, aunque el solo de guitarra nos trajo la intensidad, pero que, después, volvió a combinar partes en que casi se paraba, con otras más enérgicas, dejándonos con una muy buena composición, con un muy intenso y potente final, antes de llevarnos a 1998, cuando Extremoduro publicaban “Canciones prohibidas”, en el que aparecía “Golfa”, una pieza que empezó calmada y que fue muy aclamada según reconocida, dejándonos una muy buena canción, intensa, pegadiza y muy celebrada.

Momento de regresar a los temas de su último disco, precisamente con el que lo daba inicio, “El hombre pájaro”, un corte que empezó calmado y que contó con un buen sonido y un gran estribillo, para dar paso a un brillante solo de guitarra, en esta magnífica composición, antes de continuar con “El poder del arte”, esa extensa pieza, que también está recogida en su última obra, y de la que dijeron que contenía metáforas más reales que las personas que pasan por la calle, comenzando de manera relajada, para luego coger un ritmo más animado y bailable, dejándonos una canción, que se fue intensificando y en donde todos los instrumentos demostraron la gran clase de sus intérpretes.

Tras ésta, llegaba el momento de un descanso, en el que Robe nos invitó a hacer los que quisiéramos, que para eso estábamos en un país libre, pero avisándonos de que no nos viesen, por lo que pudiera pasar, una pausa en la que algunos aprovecharon para pedir bebida o ir al baño, aunque también fuimos muchos los que aguantamos esa media hora sin movernos de nuestro sitio.

El primero en regresar fue Alber, que con la música de fondo del “IX: The hut on chicken's legs”, de la obra “Pictures at an exhibition”, de Modest Mussorgsky, realizó un poderoso y logrado solo de batería, en el que fue arropado, más adelante, por el resto de sus compañeros, para recuperar su último disco con “Haz que tiemble el suelo”, una canción muy intensa, además de movida y pegadiza, demostrando que, cuando quieren, hacen piezas muy cañeras, dejándonos una muy buena composición, muy elaborada y que contó con ese estribillo tan quedón.

No es de extrañar la confianza que la banda ha depositado en su último disco, habida cuenta la calidad de sus temas, como ese “Ininteligible”, en el que nos afirmaron que lo necesario es luchar por conseguir un mundo mejor, no el resultado, uno de mis cortes preferidos de este álbum y que empezó con ritmo, aunque luego fue cogiendo más fuerza y velocidad, sonando realmente intenso y cañero, al mismo tiempo que pegadizo, para llevarnos a su anterior trabajo con “Segundo movimiento: Mierda de filosofía”, una pieza que comenzó con fuerza, mostrándonos una canción muy quedona y muy celebrada, además de ser movida y de sonar con mucha intensidad y potencia.

Unida a la anterior, como en ese disco de hace 3 años, llegaba “Tercer movimiento: Un instante de luz”, un corte que se inició de manera calmada, pero que enseguida cogió fuerza y potencia, ofreciéndonos un tema muy pegadizo y con un momento machacón, demostrando Carlitos sus cualidades con el violín, en una composición extensa, con partes más cañeras y otras más relajadas, dejándonos muy buenos momentos de Lorenzo a los coros y de Álvaro a los teclados, siendo una de esas canciones que, difícilmente, te puedes quitar de la cabeza.

Turno de volver a su actual disco con otras dos temas más, siendo el primero que tocaron el genial “Viajando por el interior”, que fue iniciado por el sonido del violín, un corte muy intenso y potente y que sonó muy contundente y pegadizo, ofreciéndonos otra de esas composiciones a la que caes rendido según la escuchas, pasando a preguntarnos que si queríamos cantar, con afirmativa respuesta de los presentes, para dar paso a la que le da cierre, “Esto no está pasando”, una canción muy movida y pegadiza, además de muy celebrada y es que estábamos ante una pieza rápida y animada, a la vez que más corta y festiva.

Y si a alguien, como era mi caso, aquello le estaba pareciendo sublime, si ya te tocan “Jesucristo García”, de aquel primer disco de Extremoduro, llamado “Rock transgresivo”, de 1989, el concierto se volvió una auténtica fiesta, siendo un tema muy celebrado y coreado, dándole un toque distinto e introduciendo más adornos y un toque reggae, tras el que nos avisaron de que su actuación se estaba acabando, despidiéndose con “Nada que perder”, de su último trabajo, una gran pieza, que sonó machacona y muy movida y que fue muy cantada por todos, demostrando lo bien que han calado estas canciones en el sentir de sus seguidores.

Pero todavía había tiempo para un tema más y ese sonido inicial de la batería no dejaba lugar a dudas de que llegaba “Ama, ama, ama y ensancha el alma”, de aquel conocido tercer disco de Extremoduro, llamado “Deltoya” y que se publicó en 1992, un corte que, como era de esperar, fue muy celebrado y esperado, con Robe dándose un baño de masas, paseando y saludando desde el escenario, y recogiendo unos merecidos aplausos, mientras los músicos prolongaban la canción.

De esta manera y tras casi 3 horas de concierto, sin contar el descanso, concluía una impresionante actuación de Robe y sus músicos, demostrando la grandeza de este proyecto, que suena fresco y muy elaborado en estudio, pero que, en directo, crece mucho gracias a la calidad de todos sus intérpretes, que rozan la perfección en todo momento, con momento de lucimiento en determinadas ocasiones, pero con las canciones como elemento fundamental.

Aunque Robe es, indiscutiblemente, la cabeza y el centro de este proyecto, no busca un protagonismo excesivo, cediendo, buena parte del mismo, a sus compañeros, sin los cuales, muy probablemente, nada sonaría como lo pudimos escuchar esta noche, donde la lluvia fue silenciada por la brillantez de la música de este grupo, que dio un concierto que permanecerá en nuestra memoria por mucho tiempo.

Desde luego, os recomiendo, absolutamente, ir a ver en directo a Robe, ya que, sin duda, vais a salir encantados con lo que allí vais a ver y oír.

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Y, nada más salir los músicos del escenario, salí pitando, para evitar el atasco que allí se suele hacer, algo que no pude lograr y tuve que esperar casi media hora en el coche para poner rumbo a casa, pero con la sensación de haber vivido una noche inolvidable con Robe y su banda, de los que me compré su último y gran CD, y es que estamos ante un grupo que está haciendo historia dentro del rock estatal y no precisamente con temas fáciles, sino, todo lo contrario, con composiciones muy trabajadas; ni la lluvia deslució esta jornada tan especial que allí vivimos.