Still Corners me resultan evocadores. Cada canción suya me abre por dentro y saca cosas de mí que no sabía ni que estaban ahí. Que no los haya visto en directo hasta ahora ha sido se debe a mil y un factores que no vienen al caso, pero sabía que necesitaba, que deseaba, vivir esa experiencia.

Antes de ellos, de manera completa y absolutamente sorprendente salieron, no demasiado después de la apertura de puertas, Vangoura, en formato dúo a dos guitarras. Si he insistido en la sorpresa es porque por ningún lado vi anunciada su actuación. No sé si más se hubiesen acercado antes a Nazca, pero cuando empezaron, no creo que llegáramos a los 20 en el recinto.

En aproximadamente 40 minutos defendieron siete de sus canciones, "desnudas", ante un público que, por suerte, pasó de ser escaso, a llenar la sala, ya que de hecho había anunciado sold out. Canciones con letras íntimas, que hablan de la vida, del amor, pero a las que sentía que les faltaba la banda que normalmente las interpretaría. Toca hacer los deberes y saber cómo suenan tal y como fueron concebidas.

Acompañados por un baterista del que desconozco por completo el nombre, ya que además no fue presentado, Greg Hughes y Tessa Murray, Still Corners, aparecieron en Nazca, cautivando aún con su puesta en escena sencilla, sobria, pero poquito a poco metiéndose dentro de cada uno, hasta que para la tercera canción interpretaron “Black lagoon” y los cientos que allí se congregaban se vincularon a ellos.

Sus atmósferas envolventes nos atrapaban, nos hacían uno con Greg y Tessa, además, en sus intervenciones para con el público de la propia Tessa, ella, con una cálida simpatía, también nos transmitía cercanía con cada palabra que derrochaba naturalidad, incluso llegando a felicitar por la victoria de España en la Eurocopa frente a su Inglaterra, aunque confesando que a ella en realidad el fútbol no le interesaba demasiado. Y aparte regaló rosas al público hasta en dos momentos del show.

Así iban sucediéndose una pieza tras otra, con la guitarra de Greg, contenida y desatando ovaciones cada vez que desbocaba. Con la distancia, no puedo entender a aquellos que, en las primeras filas, al tenerle enfrente, ya que en estos momentos se acercaba al filo del escenario, no paraban de echar fotos, una tras otra, en vez de disfrutar el momento. A mí sólo me provocaba una sonrisa.

Y así llegamos a esa canción que a muchos convocó, “The trip”, con los cientos que llenábamos Nazca cantando y cantando, y dejándonos la voz con cada “So many miles”. Y si pensábamos que ahí se terminaba tras su marcha, hubo aún hueco para una más, fuera del setlist que presentaron sobre las tablas: “The ship”.

Salí emocionado, ensimismado, más enamorado de sus sonidos si cabe. Still Corners practican una música que acaricia el alma y que es imposible que no te alegre el día. Salir de la sala, en una zona bulliciosa, con bastante más frío del esperado, y con la perspectiva de un viaje de una hora a casa, importa menos tras un concierto así.