Hay expresiones muy típicas en crónicas que son usadas para describir el ambiente. Por ejemplo “público entregado” cuando este se ve que está disfrutando de un concierto, que canta, que salta... Esas cosas. Pero estas a veces pueden quedarse cortas. ¿Cómo describes a uno que, una vez terminada una actuación aplaude durante cinco minutos seguidos? Sí, a Raphael le ocurre constantemente, pero eso es casi parte de su show. Lo que viví en La Sala viendo a Maika Makovski fue único.

Ella, acompañada por su banda, siendo actualmente hasta ocho sobre las tablas, con vientos, cuerdas... venía a presentar “Bunker Rococo”, su último disco. Hasta aquí lo que uno espera. Pero ya desde su salida destacó su puesta en escena, con una indumentaria acorde con la portada del álbum, y con Maika luciendo la misma peluca.

Decir que el protagonismo del setlist se lo llevó el mencionado trabajo es como no decir nada. Sin haber estado allí cualquiera se lo puede imaginar. Lo llamativo no es eso, sino la adaptación de las canciones de otros álbumes al sonido del último. Un acierto abismal, que no sólo dotó a las canciones de una nueva dimensión, sino también transformó el concierto, dándole una cohesión diferente a lo que uno está acostumbrado a ver.

Piezas como “Reaching out to you” o la genial “Lava love” se convertían en otras más de “Bunker rococo”. Todo encajaba, incluso “Love you till I die” con la colaboración a la guitarra de  Sam Bredikhin, con uno de los momentos más rockeros.

La banda estuvo inmensa, incluso con Úrsula Amargós tocando su viola con una cuerda menos gran parte de la velada. Aún así la protagonista fue Maika, salvajemente fantástica. Una naturalidad que encanta, que hace reír confesando sus errores y todo esto combinado con una poderosísima voz que cautiva, canción tras canción. Y así 18 veces.

La que cerraba el directo, al igual que en “Bunker Rococo”, fue la bellísima "The door". 80 minutos sin pausas que dejaron ensimismada a La Sala. Pero como dije antes, hay expresiones que se quedan cortas, y esta es otra de ellas, porque aquí entran los cinco minutos sin parar de aplaudir, y sin nadie sobre el escenario.

Ya había podido ver el setlist y constatar que la última canción era “The door”. Pero Maika, ante tal avalancha de cariño volvió visiblemente emocionada. Parecía que simplemente se iba a quedar ahí a recibir los aplausos, hasta que se colgó su guitarra. “Gracias es una palabra muy pequeña para lo que siento ahora mismo”. Y, tras confirmar que el show no tenía bis programado y cómo se coló en una lista de Spotify, nos deleitó con una pieza más, “Song of distance”, cantada desde lo más profundo de su ser.

Cuando uno lleva tantos conciertos a sus espaldas, son muy pocos los que de verdad se graban en la memoria. Es más, muchos, incluso aunque gusten, se olvidan a los pocos días. Sé que Maika Makovski ha conseguido ha escrito a fuego este en mis recuerdos. Va a ser IMPOSIBLE olvidar aquella noche.