Conocí tarde a Standstill. Ya después de su disolución, tras la publicación del directo “Estaría Muy Bien”. Pero los retiros en la música son como las muertes en Marvel, nunca son definitivos. Así que, gracias a Inverfest, aquel viernes, 31 de enero, pude disfrutar de su música en vivo en La Riviera. Y había ganas, vaya que sí había ganas.
Llegadas las 21:10 la banda saltó al escenario de una manera diferente a lo que se suele ver. No empezaron con la primera canción del set, sino que se tomaron su tiempo para agradecernos el haber estado ahí en esta gira de retorno. Y tras eso, ya sí, “Me gusta tanto”, una canción de letra muy sencilla, pero que nos introdujo en el ánimo para vivir su actuación.
Su set no fue muy diferente al mencionado directo de 2016. Sí, hubo algún cambio, y en especial tengo que destacar la introducción de “Ride Down the Slope”, una canción de su segundo disco, “Memories Collector”, de allá por 2002, cuando su estilo no tenía nada que ver lo que vino después, más pegado al hardcore, y que de hecho llegaron a interpretar de manera aún más agresiva que en el álbum. ¿Desentonó con el resto del repertorio? Realmente sí. ¿Importó? En absoluto. El público se volcó mucho más de lo que esperaba, con parte del público desatando toda su energía contenida.
Retomando lo planteado en el anterior párrafo, sorpresas la justas. Y quizá era lo mejor. Queríamos emocionarnos con “Tocar el cielo”, desgañitarnos con “¿Por qué me llamas a estas horas?”, llegar al éxtasis en “Cuando” y lamentar su salida tras la final “Adelante Bonaparte (I)”, para la que contaron con un miembro de su equipo, Nin, a los teclados de Ricky Falkner, Ricky que por cierto, cumplía años ese mismo día. |
El sonido no fue perfecto, de hecho se escuchó más de un acople, en especial durante las intervenciones de Enric Montefusco entre canción y canción, que nos comentaba el origen y significado de las piezas que iban a interpretar, asumiendo con naturalidad que se había equivocado en una presentación, o teniendo que empezar más de una vez “Moriréis todos los jóvenes”. Además los juegos de luces nos deslumbraron en más de una ocasión. Y aún así no cambiaría nada.
Siendo este un concierto de poco movimiento, con cada miembro prácticamente no cambiando nunca de su posición, la intensidad que despedía cada interpretación no la tienen otras bandas que no paran de correr de un lado a otro.
Casi a las 23:00 nos encontrábamos todos abandonando La Riviera, y todo lo que pude captar fue a gente comentar lo muchísimo que había disfrutado, las ganas que tenían de volver a escuchar tal o cual canción y que esperaban que hubiese una ocasión más. La música, como la vida, da muchas vueltas, y lo que hoy es un adiós, mañana es un hola. Sólo nos queda esperar, tener suerte y perdonarles de nuevo que rompan el silencio. |