La Otra Vida viene a ser una especie de bonus track en la discografía de los Cero. Pocos, o ninguno, podíamos imaginar lo que vendría después de aquella despedida, en forma de último concierto, con determinación de punto final absoluto. El tiempo nos ha demostrado que nada, o poco, es inalterable a su paso marcial. En la Maniobra de Resurrección, veinte años después de la despedida, desempolvaron para el directo canciones que, para muchos apostatas del olvido, habían seguido latiendo con la misma furia de siempre. Un regalo para los sentidos y una recompensa a los intensos años de proselitismo en los que los seguidores del grupo nos embarcamos.
Foto: Carlos Bullejos
Una vez acaba la efervescencia de un 2016 mágico saltaba la duda, que llevaría aparejada la semilla de la polémica. ¿Deben los Cero hacer un disco nuevo? Aunque esta decisión solo les competía a ellos es razonable decir que había opiniones en todos los sentidos. No expondré las razones de las dos posturas, que son imaginables. Superado ese punto para mí la cuestión ahora es ¿Qué hay después de La Otra Vida? La respuesta se hará de rogar.
Como decía antes, el paso del tiempo no deja rehenes y nada, o casi nada, se mantiene incólume. Este nuevo disco de los Cero, suena y lleva el ADN 091. No sería el disco que habrían sacado hace veintitantos años, una vez decidieron dejar de grabar a mediados de los 90. Hay varias perlas electrificadas, que sin duda, erizan hasta el último vello y te retrotraen a épocas casi juveniles, como por ejemplo Al Final o Déjalo Morir. Canciones donde las guitarras arañan el silencio, llenando el vacío con furor sónico. Otras partes del disco viven en el caldo de cultivo de los medios tiempos a los que tanto, y tan bien, nos ha acostumbrado Lapido en su carrera paralela en solitario.
Tal vez al principio estos temas parecen un disco del Maestro en el que cede la voz José Antonio. Con el paso de las escuchas, las canciones se van transformando y adquiriendo nuevos carices, típico de las composiciones de Lapido. Esto se evidencia en canciones como Una Sombra o Soy el Rey y, también, en la redondísima Por el Camino que Vamos. Hay que mencionar la incorporación de Raúl Bernal a los teclados y piano, esto también es un hecho distintivo con los otrora Cero. Creo que es un acierto, solo hay que ver los arreglos.
Foto: Carlos Bullejos
Si la música tiene una cara y una cruz, entre los medios tiempos y la energía, las letras siguen siendo marca de la casa el universo de los Cero. Continúan viviendo en un inmenso paréntesis, que lo protege de modas y de senectudes prematuras. El mundo onírico de Lapido abre de nuevo, para mostrarnos ensayos sobre el fracaso. Radiografías del momento donde se desprende lo aparente y queda en los huesos la banalidad. Sigue siendo capaz de hacer canción con las normas de la casualidad, mientras se reúnen las ausencias que están por llegar. Cada punto de encuentro sueña con ser punto final.
Se que este disco será la tormenta perfecta para el hater oportunista, para el purista anclado a un momento y para otros tantos opinadores ocasionales. Opiniones, que como la mía, no valen nada. El disco esta mas allá de todo eso y en esto el tiempo sí que me da la razón. Seguro se convertirá en una malla salvavidas para quienes saltamos desde la desolación interior hacia el absurdo comunitario.