El manubrio gira de nuevo, poniendo en marcha los entumecidos y artrÃticos engranajes. Las manos de Lapido sobre las cuerdas dan comienzo al raspado de los nuevos surcos. Sonoros, poéticos, como no. No erra el tiro,
A Primera Sangre es un paso más que incide en el auto estilo. Una vuelta de tuerca oxidada más, que abre la compuerta a una cosmogonÃa propia e intransferible en la que da sentido al todo con cada pequeña parte.
Como nos tiene acostumbrados, brindis, almas en pena, tormentas, sombras, engranajes, sueños, penumbras, penas y futuros imperfectos, entre otros, salen a la pista de baile, de nuevo, para regocijo de tantos. Ingredientes imprescindibles para producir la magia de su atanor.
Lapido, como butronero de realidades, vuelve a perforar la nuestra mientras la sujetamos con chinchetas, para tendernos una cuerda floja sobre la que es imposible resistirse a no cruzar y terminar cayendo en la dulce dimensión que nace con cada disco.
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Este en el número nueve, desde que
091 quedó suspendido en un letargo de veinte años. Casi un cuarto siglo desde que apareció Ladridos Del Perro Mágico, disco que a muchos nos voló la cabeza y nos arrebató el alma. Veinticuatro años después no he recuperado ninguna de las cosas. Por cierto, igual es buen momento para una bonita reedición en vinilo azul, por decir algo. SerÃa un buen motivo de celebración.
Lejos queda el estilo, aunque sin perder su esencia primera. La furia eléctrica, del principio, empezó poco a poco a dar más y más espacio a los medios tiempos. Ahà sigue habiendo rock, blues, y
folk yanki , como sintonÃas principales de unas letras sin parangón, pero ahora con más calma. Todo esto, me temo, llegó para quedarse. Asà en A Primera Sangre la mayorÃa de los temas son canciones acompasadas. El Ãmpetu de las guitarras ha sido sofocado por ese sosiego y sostén que ofrece, en este caso, el piano. A esta circunstancia también contribuye que el productor, Raúl Bernal, que siendo un musico superlativo, no se caracteriza por ser la alegrÃa de la huerta musicalmente hablando. Aun asÃ, las guitarras asoman en la redondez de canciones como Malas Intenciones, Curados De Espanto, Al final Del DÃa o Uno y Lo Contrario, candidatas a ser carne de directo sin duda.
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Como he apuntado antes, el granaino no baja el nivel ni el volumen en las letras. Ahondando más, si cabe, en frases lapidarias, válgame la redundancia, donde las ambigüedades son un arma que inducen a la interpretación. Once cortes que, como suele ocurrir, ganan y se copan de matices en cada escucha. Ensayos sobre el fracaso, escenas de rabiosa actualidad somete a cuarentena la verdad mientras van fallando los contagios de bondad.
Las mil escuchas de este disco no te dejaran saciado. Una sed insidiosa te pedirá más y más. Podrás desprenderte de lo aparente y dejar en los huesos a la banalidad al saber que Lapido hace canciones con las normas de la casualidad. Un disco que, según las normas del principio de parsimonia, es genial porque Lapido solo sabe hacer genialidades. No busquen otra explicación, esta magia no la tiene.