Situémonos en una acera relativamente estrecha de Madrid, con apenas siete grados, con dos colas que se superponen, imposible saber cuál es la “tuya”, entre otras cosas porque ni sabes que hay dos, en un día en el que has dormido apenas cinco horas. A ver cómo explico que aún sumando a algo así un codazo en un ojo esto ha supuesto uno de los mejores planes del año.
Si estáis leyendo esto sabéis en qué calle estaba y para qué. La otra cola era de una fiesta privada que nada tenía que ver pero que estaba ahí. Pero a lo que quiero llegar es que no empezaba con la mejor de las energías, pero… [ crónica ]