Antropología humana en clave de blues y garage-rock, una mirada crítica hacia ciertas formas estar en el mundo y su conexión con el fracaso y el éxito. Una perspectiva inconformista sobre estereotipos atávicos como el machismo y otros parámetros comunes que podías observar en nuestra sociedad en los 90.
 
Las aspiraciones vitales más establecidas como el trabajo fijo y el matrimonio se enfrentan al espejismo del alcohol como catalizador de una supuesta liberación personal para afrontar el fracaso en pareja.
 
La canción se divide en dos partes: primero es un blues de atmósfera pantanosa que te arrastra por el suelo como en un pesado día de calor gracias a la fantástica guitarra slide de Hendrik Roever de los Deltonos, y una segunda más garagera sin perder ese shuffle de blues pero en un tono más energético, en la que se establece un interesante duelo de guitarras entre la maestría genial de Hendrik y el primitivismo eficiente de Jorge Explosión.
 
Una colaboración genial que pone el broche de oro al último tema del álbum Vivir sin civilizar.
 
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