Apenas 30 segundos tardó el público en olvidar las butacas, el tiempo que se tomó Carlos Tarque antes de saludar y levantar al respetable como si de un reverendo se tratase o un maestro de vieja escuela. Porque, ante todo, lo vivido en la Laboral de Gijón fue una clase de Rock con mayúsculas, con esas pinceladas de mil estilos diferentes que sólo los murcianos son capaces de colorear en un mismo cuadro. [ crónica ]