Los Rebeldes ya eran santos de mi devoción antes de que empezara a salirme el pelo de las patillas, y siguen estando en mi santuario, cuando ya apenas hay rastro de pelo en mi cabeza. Es muy buena señal que Don Carlos Segarra (un respeto, por favor) siga empuñando la guitarra para deleite de los que bien lo queremos y admiramos. [ crónica ]