Tiempo atrás cuando íbamos de concierto, lo hacíamos amparados por la oscuridad de la noche. Hoy, el ‘tardeo’ imperante se ha comido a los conciertos nocturnos. Aquellos que disfrutabas más si cabe rememorándolos cuando volvías a casa a altas horas de la noche haciendo resonar las botas por las calles desiertas y con pitidos en los oídos. Se me antoja raro ir hacia el recinto del concierto y que todavía reluzca Lorenzo en el cielo cuando siempre he tenido un romance con su amada. [ crónica ]