En esta época en en la que los grandes festivales arrasan con cachés imposibles y donde todo vale si vende entradas, es un auténtico placer encontrarse con pequeños reductos de buen hacer y de amor sincero por la música. Esos pequeños festivales que intentan llevar a sus vecinos cultura y que se esfuerzan por descubrirles bandas o simplemente mostrarles su directo, intentando transmitir su pasión con el cariño de un buen amigo. En esa categoría está el Rock Island Festival, que celebró su segunda edición con el empeño de que en Ibiza también se pueda disfrutar de buenos conciertos por encima de las dificultades que entraña su insularidad. [ crónica ]