Muchas veces he dicho que el hombre, donde más feliz serÃa, es si regresase a la época de las cavernas. Pero como no se puede viajar atrás en el tiempo, tengo claro que sà que hay una cueva en la que podemos alcanzar ese gozo, y está en Palencia, más concretamente.
No exagero si afirmo que llevaba dos años (24 malditos meses) sin poner un pie en ese centro social autogestionado, y tengo que darle las gracias a ese bicho del que todos hemos oÃdo hablar últimamente. Por eso, ya iba siendo el momento de pasarnos por esa nave reformada en templo del metal y del punk. [ crónica ]