Escenario Santander se convirtió en un arsenal de música y felicidad que tumbaba el rezagado negativismo de cualquiera de los presentes. Si bien es cierto que habÃa pequeños comanches en la sala, Depedro consiguió sacar el que todos llevábamos dentro. Porque él puede hacerlo, porque sin quererlo – para qué mentir, todos queremos – nos sumerge dentro de un cajón mágico plagado de canciones sentidas, cumbia para los más danzarines y mucha estima. De verdad, allà se palpaba el imperioso cariño entre el artista y su público.
Las canciones sonaban al unÃsono una tras otra, sin excepción. Primeras filas, padres e hijos que sin importar el salto generacional, les unÃa una misma ilusión: Depedro. [ crónica ]