Sé que esto es algo que ya dije en su momento en la crónica de hace tres años, pero lo vuelvo a repetir porque es necesario señalarlo: adoro los festivales que consiguen que te sientas como en tu propio hogar, como si te estuvieran dando un abrazo constante desde que entras al recinto, y hasta que realmente te marchas a tu casa.
En este lapso temporal de tres años, desde aquel verano del 2019, también caluroso y también con mucha oferta musical, hemos echado de menos a este certamen tan curiosamente llamado Abejarock, mezclando el juego de palabras de su ciudad de celebración, Béjar, con ese insecto tan necesario y esencial para el mundo, como la música. [ crónica ]