Una guitarra, un cabezal de amplificador, alguna pantalla, cuerdas… Son algunas de las cosas que sin duda un hijo va a pedir a su padre cuando ambos comparten la misma afición por ese fabuloso instrumento de seis cuerdas con el que tanto disfrutamos los dos. Y más, si como es lo normal, el padre dispone de más material guitarrero que el hijo.
En mi caso, llevo tocando la guitarra de manera seudo-profesional casi treinta años, lo cual ha provocado, junto con mi GAS, que disponga de 10 guitarras, media docena de amplificadores, y un local especialmente acondicionado para tocar, grabar, y disfrutar de esta pasión que nos une. Y de esto, claro está, tu hijo sabe y debe aprovecharse.
Se suele decir que los padres intentamos que los hijos sean un reflejo nuestro. Queremos que compartan nuestras aficiones y gustos, ya que se supone que si a nosotros nos suponen una enorme satisfacción personal, a ellos debería de ocurrirles lo mismo. El caso es que esto es fácil de decir, pero luego hay numerosas circunstancias que pueden hacer que tu hijo elija caminos diferentes en cuanto a sus gustos personales por sus hobbys o aficiones.
Lo que está claro, por lo menos en lo que a mi respecta, es que hay pocas cosas que sean tan gratificantes como poder compartir tu pasión con tu hijo. El estar los dos en la bajera hablando de guitarras y amplificadores, tocando la guitarra, descubriendo riffs ya inventados o nuevos, hablando de tal o cual grupo, nuevo o viejo, poner a caldo o encumbrar al guitarrista de turno, intercambiar música que hemos oído por ahí… En fin, son tantas las actividades que puedes realizar conjuntamente que estas llenan gran parte de tu tiempo libre. Si además de esto, los dos tienen cada uno su grupo, como es nuestro caso, con el que tocan y disfrutan, la cosa ya se magnifica. Tú vas a los conciertos que da el grupo de tu hijo y el viene a los tuyos. Le felicitas por lo bien que ha sonado, o recibes una crítica por que metiste la gamba en aquella parte que no te sale bien del todo.
También, por supuesto, el tener los dos la misma afición tiene sus partes menos gratificantes. Viéndolo desde el punto de vista del padre (como es mi caso) te preocupas de si el grupo del hijo va bien, si no hay malos rollos, si sacan pasta para grabar el próximo disco, si tienen conciertos a la vista, etc. Sufres cuando las cosas no les salen
como lo habían planeado, o cuando abandonan un proyecto para empezar en otro. Procuras aconsejarle en base a tu experiencia, pero suele ser difícil que tus consejos se tomen en cuenta por mucha experiencia que tengas o por muchas situaciones parecidas que hayas vivido. Al final, y como se suele decir, nadie escarmienta en cabeza ajena.
Pero al final, poniéndolo todo en una balanza, esta se inclina claramente al lado positivo. Por muchas guitarras, amplis, cuerdas o pantallas que tengas que “prestarle”. Por muchos malos ratos que pases pensando en si le irá bien con el grupo. Por muchas discusiones que puedas tener sobre música, el poder disfrutar de vez en cuando de
tocar juntos en un escenario, hace que todo se quede en lo que es. En nada. En pasión por la música. En pasión por la misma afición. |